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El cataclismo sufrido por la Argentina nos impuso caminar, correr, andar sigilosamente, agazaparnos y, en ocasiones, acorazarnos. Los cambiantes acontecimientos políticos y económicos sufridos durante los últimos quince años, si bien dificultaron nuestro trabajo –y el de la mayoría de los argentinos que vieron peligrar sus fuentes de ingreso o finalmente perderlas–, no impidieron su avance. La calidad del objetivo y de los colaboradores comprometidos nos afirmó en el tránsito por el sendero previsto.
Varios conciudadanos se adaptaron a la triste circunstancia que vivió el país y algunos hasta la disfrutaron. Personajes célebres del periodismo, las finanzas, la cultura y la política fomentaron la destrucción del Estado al promover la entrega de sus empresas estratégicas y servicios esenciales a manos extranjeras, privadas o estatales.
Mientras una minoría privilegiada gozaba (entre otros beneficios) de sanatorios privados, exclusivos y emperifollados, la salud del país se quebrantaba al unísono con la de su población. Los hospitales públicos se mantenían por el compromiso e idoneidad de los profesionales sobrevivientes a las agresiones neutrónicas de los gobiernos que lograron especializarse en el aniquilamiento de trabajadores y pacientes.
Los pocos pudientes, secundados por el infaltable coro de monos imitadores, primeros responsables de la obra antinacional y antipopular, se enriquecieron al compás de los meganegocios espurios de la época.
Afloraban por entonces las conductas de quienes –estafando ideales, familias y amigos– procuraban salvaciones privadas tan comunes en situaciones de “bonanza pícara”, preludio de naufragios personales o societarios.
Nuestro ambiente, lejos de esquivar la crisis, también se sumergía en ella: quiebra de editoriales, desaparición o discontinuidad de publicaciones médicas argentinas, reducción drástica de presupuestos dedicados a investigación y educación, emigración de científicos, retracción de fondos destinados a publicidad, endiosamiento de las revistas extranjeras como consecuencia del descreimiento en la inteligencia local,* reducción drástica de las colecciones en las bibliotecas universitarias y societarias, etcétera.
Mientras todo eso y mucho más ocurría, SIIC persistía en cumplir con el plan de afianzar las raíces para que Salud(i)Ciencia, su publicación oficial, reflejara los avances de las ciencias de la salud iberoamericana y mundial.
Ofrecimos humilde batalla a la generalizada pérdida del patrimonio de los argentinos decidiendo solventar la estructura material y humana de SIIC con recursos propios generados por las obras que producíamos en América latina y España.
Queríamos sostener los logros de tantos años. La revista Salud(i)Ciencia debía expresar nuestro esfuerzo y convicciones y así lo hicimos.
La decisión adoptada nos permitió alcanzar los objetivos: cumplimos con la planificación editorial, ampliamos el equipo de colaboradores permanentes y estacionales, duplicamos la cantidad de páginas en papel, completamos las tres cuartas partes de la publicación con artículos originales e inéditos, combinamos cada número en papel con trabajos editados en SIIC En Internet, incorporamos abstracts en inglés en las revisiones y originales, agregamos nuevas secciones, aumentamos los originales de autores brasileños, españoles e iberoamericanos, aseguramos la distribución de la revista en los hospitales públicos mediante acuerdos con sus autoridades...
Las ediciones se multiplicaron con suplementos impresos que concentraron novedades especializadas en Cardiología, Salud Mental, Otorrinolaringología, Diabetología y tantas otras.
Salud(i)Ciencia es hoy una orgullosa colección médica, con miles de fieles lectores, valorada en el país y el extranjero. La repercusión alcanzada le valió reconocimientos científicos gubernamentales e institucionales que certifican su condición de revista destacada.
Este año SIIC cumple veintisiete, Salud(i)Ciencia quince y siicsalud diez. Los celebramos contentos porque con el paso del tiempo avanza nuestra juventud.
Rafael Bernal Castro
Editor Científico
Fundación SIIC
• Tal creencia supera los límites de la ciencia para extenderse hacia la mayoría de las obras que expresan novedades culturales. El prejuicio es anterior a la crisis a la que nos referimos; es probable que el resurgimiento de la autoestima argentina contribuya a la objetiva valoración de lo propio y ajeno.
El Dr. Mario Albornoz, Director del Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT-CONICET), opinó en el Primer Encuentro de Editores Científicos, CAICYT, celebrado en octubre de 2005: “…Y como rasgo de la cultura de la comunidad científica y de las instituciones de ciencia y tecnología (de la Argentina), existe una desvalorización relativa de las publicaciones científicas iberoamericanas frente a las internacionales”.
Conclusión breve
Principal: Educación Médica, Salud Pública, 