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EFECTOS BENEFICIOSOS DE UNA LECHE ENRIQUECIDA PARA PACIENTES CON SINDROME METABOLICO
(especial para SIIC © Derechos reservados)
Autor:
Pedro Benito
Columnista Experto de SIIC

Institución:
Hospital Reina Sofía

Artículos publicados por Pedro Benito 
Coautor Pedro Benito* 
Médico, Hospital Reina Sofía, Córdoba, España*


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Aprobación: 23 de marzo, 2007
Conclusión breve
La suplementación de la dieta con ácidos grasos omega 3 y oleico, junto con vitaminas A y E, reduce de manera significativa los niveles de triglicéridos y de colesterol total y LDL, además de los niveles basales de glucosa y de homocisteina en pacientes con síndrome metabólico. Este efecto no puede atribuirse a una modificación en otros componentes de la dieta ni a una reducción de su peso.

Resumen



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Especialidades
Principal: Endocrinología y MetabolismoNutrición
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Enviar correspondencia a:
P Benito, Department of Endocrinology, Reina Sofia Hospital, Córdoba University, 14012, Córdoba, España



EFECTOS BENEFICIOSOS DE UNA LECHE ENRIQUECIDA PARA PACIENTES CON SINDROME METABOLICO

(especial para SIIC © Derechos reservados)
Artículo completo
Los pacientes con síndrome metabólico tienen una alta prevalencia de enfermedades cardiovasculares. Ello es debido a que presentan una asociación de más de una de las siguientes patologías: diabetes mellitus tipo 2, dislipidemia caracterizada por elevación de triglicéridos con descenso de colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad (HDLc), obesidad de predominio central (abdominal), hipertensión o esteatosis hepática no alcohólica.1


En la aparición y evolución de estas enfermedades tiene una gran importancia el estilo de vida del paciente, principalmente los hábitos alimentarios inadecuados, y el sedentarismo. Una alimentación hipercalórica, con exceso de grasas saturadas (habitualmente de origen animal) o rica en azúcares de absorción rápida (pastelería o bollería industrial), son los factores más claramente relacionados con el síndrome metabólico. Por ello, la intervención que tiene como objetivo el cambio de hábitos alimentarios para hacerlos más sanos o aumentar la actividad física es siempre el primer escalón terapéutico que el médico debe abordar.


La modificación del contenido de grasas en la alimentación, aumentando el ácido oleico (aceite de oliva), o los ácidos grasos libres poliinsaturados, principalmente los omega 3, demostró que tiene un efecto beneficioso en gran parte de los factores de riesgo cardiovascular. Cuando reducimos los ácidos grasos saturados de la dieta de un paciente y los sustituimos por ácido oleico, de manera que el contenido calórico total de la dieta del paciente no varíe, disminuye la resistencia a la insulina, los niveles de colesterol total y colesterol asociado a lipoproteínas de baja desidad (LDLc), los de triglicéridos y la oxidación de las LDL. Todos estos factores aludidos son claramente aterogénicos. La administración de suplementos de aceite de oliva también demostró disminuir diversos factores proagregantes y procoagulantes, y algunas citoquinas favorecedoras de la inflamación crónica, factor al cual cada vez se da más importancia en la aterogénesis.2,3 Es importante resaltar que gran parte de las propiedades beneficiosas del aceite de oliva se pierden con la elevación repetida de su temperatura cuando lo sometemos al proceso de cocinado,4 y que algunos factores beneficiosos del zumo de la aceituna, como polifenoles o vitaminas, se pierden en el proceso de refinamiento del aceite. Diversos estudios realizados en población de riesgo cardiovascular alto, como son los pacientes que ya han sufrido un infarto de miocardio, puesieron de manifiesto que la administración de suplementos de ácidos grasos libres omega 3, habitualmente en forma de cápsulas que contienen aceite de pescado, disminuye el número de muertes producidas por arritmias o reinfarto.5-7 Este efecto de los omega 3 no está tan contrastado en prevención primaria, es decir, en pacientes que no han sufrido previamente un evento cardiovascular. El beneficio del suplemento de ácidos grasos omega 3 en estos pacientes parece estar mediado por una estabilización eléctrica de la membrana de los miocitos cardíacos, por una reducción de los niveles plasmáticos de triglicéridos, de citoquinas proinflamatorias y de diversos factores proagregantes plaquetarios y procoagulantes. Por ello la Asociación Americana de Cardiología recomienda suplementar la dieta de los pacientes que hayan tenido un evento cardiaco con 1 gramo al día de aceite de pescado, y de manera profiláctica esta Asociación también recomienda que en la alimentación habitual de los individuos sanos se tomen dos veces a la semana pescados, principalmente azules, que tienen mayor contenido en ácidos grasos omega 3.8 Esta recomendación ha sido confirmada en otros consensos.9


Muchos pescados azules (en especial los más depredadores) almacenan un alto contenido de agentes tóxicos, principalmente mercurio, lo cual puede contrarrestar los efectos beneficiosos que de la ingesta de ácidos grasos omega 3. La suplementación de algunos productos alimenticios con ácidos grasos beneficiosos supone una buena alternativa a los posibles contaminantes que pueda tener el pescado o el aceite extraído de su hígado.


Recientemente se ha comercializado una leche denominada omega 3, (COVAP), con un contenido calórico similar al de la leche semidesnatada y a la cual se le ha reducido el contenido de ácidos grasos saturados para sustituirlos por ácido grasos libres oleico y omega 3. Además de ello, dicha leche se ha suplementado con vitamina E, que tiene un efecto antioxidante demostrado, y con ácido fólico, que demostró disminuir los niveles plasmáticos de homocisteína, factor que aumenta el riesgo cardiovascular. En estudios previos, la administración de dicha leche mostró disminuir los niveles de triglicéridos, de LDLc y de homocisteína en personas sanas o con moderada hiperlipidemia.10,11


Por todo ello en nuestro Servicio diseñamos un estudio para ver el efecto de la administración de esta leche omega 3 en los factores de riesgo cardiovascular en pacientes con síndrome metabólico.


Se trató de un ensayo clínico no enmascarado de tres meses de duración realizado en 72 pacientes con síndrome metabólico diagnosticados según los criterios ATP III. Los pacientes se dividieron en dos grupos de manera aleatorizada. A un grupo (estudio [A]) se le dieron 500 cc/día de leche omega 3 durante tres meses, y al otro grupo que sirvió como control (B) se le dieron 500 cc/día de leche semidesnatada. Se incluyeron sólo los pacientes que estaban clínicamente estables y no necesitaron cambio de medicación, que tampoco tenían enfermedad hepática o renal ni una ingesta diaria de alcohol superior a 40 gramos.


Los pacientes firmaron el consentimiento informado antes de entrar en el estudio. Confirmamos la ingesta adecuada de la leche visitándolos cada doce días para recoger los envases vacíos y entregarles los nuevos y determinamos sus niveles de ácidos grasos en las lipoproteínas plasmáticas al principio y al final del estudio. A todos se les realizó una encuesta de frecuentación semanal de alimentos, y se les insistió en que no cambiaran su dieta previa ni aumentaran su ejercicio habitual. Se les determinó el IMC, la tensión arterial y el perímetro de la cintura, al entrar y al finalizar el estudio. Se les extrajo sangre para determinar los niveles plasmáticos de colesterol total y HDLc, triglicéridos, Apo B, glucosa, insulina, homocisteína, calcio, proteina C-reactiva y ácidos grasos en las lipoproteínas plasmáticas, al comienzo y al terminar el estudio. El HOMA-RI (índice de resistencia a insulina) se calculó según la fórmula: glucosa (mmol/l) por insulina (mU/l) dividido por 25.


El tamaño de la muestra se calculó en 36 pacientes por grupo, calculando un abandono del estudio del 20% de los participantes. Previamente al análisis estadístico se determinó la distribución normal o no de las variables, y se aplicaron las pruebas de Student, Mann-Withney, chi cuadrado o GLM para muestras repetidas, según estuviera indicado.


Abandonaron el estudio 11 pacientes en total, seis en el grupo A y cinco en el grupo B. Las causas del abandono fueron laborales, por traslado, viajes o por mal seguimiento del protocolo. En ningún caso se alegó para ello una mala aceptación o tolerancia de la leche.


Los pacientes del grupo al que se les suministró la leche omega tenían al entrar en el estudio un IMC de 35, tensión arterial sistólica de 151 y diastólica de 92 mm Hg, cintura de 108 cm, colesterol total de 223 mg/dl con niveles de HDLc de 55 mg/dl y LDLc de 133 mg/dl, triglicéridos de 168 mg/dl, glucosa de 112 mg/dl, homocisteina de 11.6 mmol/l y proteína C-reactiva de 5.58 mg/dl. No encontramos diferencias significativas en ningunos de los parámetros antropométricos basales entre ambos grupos, si bien en los pacientes del grupo control (leche semidesnatada), el perfil metabólico parecía algo mejor. Estos parámetros basales confirmaron el diagnóstico de síndrome metabólico.


Al terminar el estudio descendió en ambos grupos de manera significativa aunque moderada el IMC en 0.5 kg/m2 (en torno de 1 kg). En los pacientes del grupo A descendió significativamente la tensión arterial sistólica y la diastólica (10 y 8 mm Hg, respectivamente), mientras que en los pacientes del grupo control sólo descendió moderadamente la tensión sistólica (6 mm Hg).


En los pacientes que tomaron la leche omega, descendieron de manera significativa los niveles de colesterol total (6.27%), LDLc (7.5%), triglicéridos (13.3%), Apo B (5.7%), glucosa (4.4%) y homocisteína (8.6%). Los niveles de HDLc, insulina, proteína C-reactiva, calcio y el índice de resistencia a insulina no se modificaron.


Ninguno de los parámetros analíticos aludidos en el párrafo anterior mejoró en los pacientes que tomaron la leche semidesnatada.


En el segundo mes de la intervención, se determinaron los parámetros analíticos propios del metabolismo de hidratos de carbono y de lípidos en ambos grupos. En este tiempo, los niveles de glucemia se redujeron un 6%, es decir más que a los tres meses, al contrario de lo que sucedió con el colesterol total, LDLc y triglicéridos, ya que su descenso fue menor a los dos que a los tres meses (4.4%, 5.2% y 11.6%, respectivamente).


En la encuesta nutricional que se les realizó a los pacientes antes de entrar en el estudio pudimos comprobar que tenían una buena ingesta diaria de ácido oleico (21.6 g), guardando un desequilibrio en la relación entre la ingesta de ácidos grasos libres omega 3 y omega 6, en favor de estos últimos. Según las recomendaciones nutricionales, la ingesta de ácidos grasos libre omega 6 debe ser de diez veces la de omega 3, debiéndose tomar pescado al menos dos veces por semana.8,9 En el estudio que realizamos, esta relación estaba lejos de conseguirse, ya que sólo aproximadamente el 30% de la población estudiada ingería pescado más de dos veces a la semana y, por el contrario, ingería casi a diario carne, predominantemente de cerdo o de pollo. En estas condiciones, la sustitución de la ingesta diaria de leche semidesnatada por leche enriquecida con ácidos grasos omega 3 y 9 parece razonable, ya que supuso suplementar la dieta de los pacientes con 3.8 g de ácido oleico al día, 0.21 g de ácidos grasos poliinsaturados omega 3, 150 mg de ácido fólico y 7.5 mg/día de vitamina E. De manera paralela, la reducción de ácidos grasos saturados en la ingesta diaria de estos pacientes fue de 3.85 g/día al cambiar de leche.


A los pacientes se les recomendó que no cambiaran sus hábitos alimentarios ni su ejercicio habitual. A pesar de lo cual redujeron moderadamente su peso en ambos grupos. Pensamos que ello puede explicarse por el efecto de vigilancia lógico en un ensayo clínico. No creemos que dicha pérdida pueda explicar los resultados que hemos obtenido por dos razones: primero porque los pacientes redujeron su peso en tan solo 1 kg, y segundo, porque dicha pérdida fue similar en ambos grupos, y sólo obtuvimos reducción de los factores de riesgo en los pacientes que tomaron la leche enriquecida.


Nuestros resultados confirman los obtenidos con una leche similar (enriquecida con ácidos grasos libres omega 3 y 9, vitamina E y ácido fólico) por Baro y col., quienes encontraron una reducción de los niveles de colesterol total, LDLc y homocisteína en sujetos sanos cuando tomaron 500 cc diarios de dicha leche.10 Su efecto beneficioso también fue confirmado por Carrero y col. en pacientes con hiperlipidemia media, al obtener un descenso de los niveles de triglicéridos, colesterol total y LDLc.11


En nuestra opinión, el efecto beneficioso que obtuvimos en los pacientes con síndrome metabólico al tomar la leche omega 3, se debe al conjunto de los nutrientes que se le han añadido. La reducción de los niveles de homocisteína plasmática puede atribuirse al suplemento de ácido fólico,12 ya que permanece controvertido el efecto de la suplementación de la dieta habitual con ácidos grasos omega 3. La reducción de los niveles de lípidos y de glucosa obtenida en nuestro estudio puede deberse al efecto conjunto de una menor ingesta de ácidos grasos saturados y mayor en ácidos grasos libres omega 3 y oleico. La suplementación con vitamina E como antioxidante se suele recomendar siempre que haya una suplementación de la alimentación con omega 3, ya que se describió que éstos pueden aumentar la oxidación de moléculas como las de LDLc.


En su conjunto, la eficacia de esta leche como reductora de algunos factores de riesgo cardiovascular en los pacientes con síndrome metabólico puede ser comparable a la de algunos fármacos indicados con este fin, con la ventaja de su menor costo, al mismo tiempo que el aporte de otros nutrientes esenciales en la alimentación humana. En cualquier caso, debe quedar bien claro que esta suplementación con leche omega debe formar parte de una dieta equilibrada sustituyendo la leche convencional, y no suponer un aporte calórico adicional a la dieta.


Como conclusión podemos decir que un aporte diario de 500 cc de leche omega 3 en sustitución de la leche semidesnatada, tiene un efecto beneficioso en los pacientes con síndrome metabólico, ya que reduce de manera significativa sus niveles de colesterol total y LDLc, además de disminuir su glucemia y homocisteinemia.
Bibliografía del artículo
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11. Carrero JJ, Baró L, Fonollá J, González Santiago M, Martínez Férez A, Castillo R, Jiménez J, Boza J. López Huertas E. Cardiovascular effects of milk enriched with omega-3 polyunsaturated fatty acids, oleic acid, folic acid, and vitamins E and B6 in volunteers with mild hyperlipidemia. Nutrition 20:521-527, 2004.

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