Salud al Margen

Literatura con salud

"Nadie puede saber del asma más que yo"

Padecimientos del también paciente célebre Ernesto "Che" Guevara.

«El asma de los médicos me parece una teoría pueril. Merodean perdidos como una bandada de chingolos en la niebla. ¿Cómo decirles que la mía era un asma sin Dios? Qué mi asma no había ido hacia la contemplación o la mística, como el asma de los poetas o de los religiosos?.»

El escritor y diplomático argentino Abel Posse refleja en su libro Los Cuadernos de Praga que el presuroso Che Guevara también fue paciente.
El autor imagina íntimos discursos del Che, relacionados con sus profundas experiencias personales, supuestas por la mayoría, inéditas para la "realidad".

Los párrafos últimos que seleccionamos del capítulo escogido pueden también interpretarse como tácticas de vida para los sufridos asmáticos, entremezcladas con analogías políticas.

La literatura fomenta libertades. Autores, lectores y personajes, reales o fantásticos, se benefician con las licencias de la ficción.
La agitada vida del Che Guevara generalmente se refleja en manuales -alojados en filmes, libros, revistas, folletos- que exclusivamente rondan en torno de las dotes guerreras, políticas y morales que acompañaron vida y muerte del célebre latinoamericano.
Personaje implacable, firme en sus convicciones, preciso en sus decisiones. Penetrar en la personalidad del Che fue una tarea imposible para la mayoría de sus biógrafos, sean admiradores, detractores o simples observadores. Sin embargo la literatura pudo. El Che padeció como todos los asmáticos. Las historias clásicas no pudieron reflejar lo que la literatura, fantasiosa y en oportunidades desprovista de dogmatismos, sí pudo.

En Los Cuadernos de Praga valiosas entrevistas a allegados íntimos del Che y testimonios reales de la breve estancia en Praga, se entremezclan con un Che Guevara "literario" acosado por los pesares que envuelven a los humanos habituales, aquellos que, como todos, se componen de carne y hueso y que, a diferencia de él, no tienen porque disimular padecimientos.
La enfermedad del Che, contenida en discursos fantásticos e inéditos, es ofrecida públicamente a través de un escritor que sensiblemente penetra en los vericuetos de la personalidad guevariana.
Las imaginarias angustias del Che son un llamado de atención para relacionarse con el tantas veces descuidado mundo interior de los pacientes no tan célebres, sino tan comunes, como todos, como somos.

Federico Dechac
1999

Transcribimos a continuación el capítulo Apuntes Filosóficos (Slavia), incluido en Los Cuadernos de Praga, Abel Posse, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1998.

«"Morir de vida. Vivir de muerte". Nunca olvidaré ese fragmento de Heráclito que hace tanto descubrí en el libro de Introducción a la filosofía. A los hombres que para bien o para mal tienen la muerte encima, les resultará fácil zambullirse con decisión en la vida o hasta el heroísmo. Otros quedarán paralizados ante la "sorpresa" de la muerte. ¿Cuándo nos nace la muerte? En mi caso, la Compañera apareció temprano. La Dama del Alba.
De algún modo la que me trajo a la vida, mi madre, me trajo a la muerte. Mi recuerdo de aquel día es muy vago, pero es el primer recuerdo de algo decisivo, de algo que el niño de dos años, que tiritaba en la playa del río sabía o intuía como decisivo. Era un día frío, ya mayo, y ella me había abrazado con su pecho helado, pues venía de nadar. Me dijo que me enseñaría. Creo recordar su pecho fresco donde allá al fondo palpitaba la tibieza de su corazón. Ella emergía y después me llevaba hacia lo profundo, hacia la noche de las aguas del río al atardecer. Mi terror, seguramente, cedió poco a poco en la placidez, en el abandono, de dejarme morir sobre su tibieza. Inefable sensación de retornar a la muerte a través de la madre, realizando el camino inverso...»
«Formidable madre, Celia querida!: sabiamente me alimentabas de muerte, me amamantabas con mi propia muerte.»
«Ya en la playa, yo estaría lívido, porque ella me daba friegas en las mejillas y en las muñecas y empezó, tal vez por primera vez, ese sonido ronco, profundo, involuntario, como un rugido o un ronroneo de gato. El asma.»

«Asma para siempre. Como quien dice muerte de por vida...»

«Ahora tengo tiempo de anotar estas cosas que antes sólo intuía. Ella me había instalado en medio de la muerte, tal vez para que yo pudiese ser diferente, para que yo pudiese tener el duro privilegio de "morir de vida y vivir de muerte". Era en mayo. Mayo de 1931. En San Isidro. (Nuestra muerte debería también tener cédula de identidad...).»

«Ahora el doctor Sadak, en el hospital Hradeck Kralovy, pretende quitarle definitivamente el asma a Vázquez/Mena. El asma que le regaló su madre, trampolín de muerte-vida. En realidad tiene razón: ¿para qué quiere Vázquez/Mena un asma? Qué haría con un asma? Se pondría a escribir frenéticamente como Proust, encerrado en una habitación con paneles de corcho para que ningún sonido del mundo exterior lo distrajese? En cambio Guevara, Ernesto Guevara de la Serna, siente algo semejante a la sensación de peligro que podría haber sufrido Sansón entrando en una peluquería. ¿Qué podría hacer el guerrero si el doctor Sadak le extirpa su muerte propia?.»
«Expliqué como pude la historia de mi asma. Recordé las infinitas noches de angustias con mis padres en la penumbra, pendientes de mi mínimo jadeo. Y yo, el niño que aprende a disimular la muerte y el terror y el terror de la muerte ante la angustia de los padres. La madurez del que vive en la ceja del peligro. El niño agarrado del hilo de aire que se adelgaza, que ya se extingue. Y ese jadeo animal del cuerpo; ronquido profundo, agónico. Noches infinitas donde se aprende la vaga, la insana tentación de la muerte. El cuerpo reacciona insensatamente. Nadie puede frenar su animalada. Es una bomba aspirante que lanza ruidos obscenos ya que no puede ingresar el aire exterior. Algo tan terrible como la agonía del pez atrapado en el muelle. El niño aprende que se enfrenta con la muerte. Por momentos es padre de sus angustiados padres. Finge, los calma, hace una señal para indicarles que llega el aire. Pero es mentira, sabe que está solo luchando con el Minotauro invisible.»

«(Y esas mañanas sin colegio donde uno se mete con avidez en los primeros libros fulgurantes de vida, como una revancha, y sueña con aventuras y exploraciones en continentes perdidos, y sólo hay lugar para héroes y tremendos desafíos.) No puedo comunicar al doctor Sadak y a sus adjuntos las fechas y las alternativas del origen de la enfermedad: San Isidro, en un frío de mayo de 1931, luego Buenos Aires, y la ciudad Córdoba y finalmente Alta Gracia. Para él sería cartilla clínica lo que para mí es geografía de paraíso perdido. (¿Cómo intercalar en la ficha escrita en checo la tibieza del pecho de mi madre abriéndose camino a través del frío y las gotas heladas de la nadadora, mi cómplice?).»

«Nadie puede saber más del asma que yo. El asma de los médicos me parece una teoría pueril. Merodean perdidos como una bandada de chingolos en la niebla. ¿Cómo decirles que la mía era un asma sin Dios? Qué mi asma no había ido hacia la contemplación o la mística, como el asma de los poetas o de los religiosos?.
En mí se había endurecido el asma del guerrero, que acecha y salta por encima de la debilidad de su enemigo, el cuerpo. ¿Cómo explicarles a los médicos que puede haber un asma que, en vez de buscar el tiempo perdido, osa crear el nuevo tiempo del mundo? Los doctores confían en un triunfo de su ciencia. Obviamente Vázquez/Mena se alegra, debe lanzar miradas con brillo irónico detrás del cristal de sus grandes gafas. No hay peligro mayor para una vida debidamente normal que la contemplación o una inmoderada inclinación a la aventura. Quien creó mi enfermedad creó mi vida...»
«Morir de asma. Vivir de asma.»
«Strategos. El estratega es el general. El que "ve con amplitud todo el campo". El estratega está en lo alto de la colina y debe decidir el mejor lugar para iniciar y desarrollar la acción. Es necesario saber dónde está el Herzland, el corazón del campo.»
«Quien conquista ese centro vital vencerá todas las batallas. ¡Triunfará!.»
«El estratega no puede equivocarse. ¿Dónde está el Herzland de nuestra América? Dónde hay que encender la hoguera artesanal que se transformará en incendio revolucionario continental?.»
«El estratega se inclina en pensar en la América profunda. Perú. Bolivia. Pero con proyección hacia los dos grandes poderes determinantes: Brasil y Argentina.»
«Strategos mueve ya sus piezas.»

«Doc»
Juan Guillerno Soto, «Doc»,
óleo sobre tela.
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