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EL USO DE ANTIBIÓTICOS Y LA AMENAZA DE RESISTENCIA MICROBIANA
(especial para SIIC © Derechos reservados)
Autor:
Josefa Bertha Pari Olarte
Columnista Experta de SIIC

Institución:
Universidad Nacional San Luis Gonzaga

Artículos publicados por Josefa Bertha Pari Olarte 
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Conclusión breve
El estudio evidenció la asociación entre el alto consumo de antibióticos de amplio espectro y aparición de patógenos multirresistentes, especialmente Klebsiella pneumoniae y Acinetobacter baumannii, productor de betalactamasas de espectro extendido. Pese a las estables indicaciones registradas a nivel mundial, las correspondientes a antibióticos para vigilancia y reserva continúan elevadas.

Resumen

El uso inadecuado de antibióticos impulsa la presencia de organismos multirresistentes, lo que representa un desafío para la salud pública. El cumplimiento de las recomendaciones de la World Health Organization (Organización Mundial de la Salud, OMS) y la aplicación de políticas eficaces son cruciales para frenar la resistencia a los antimicrobianos en los hospitales. Objetivo: Analizar las tendencias de consumo de antibióticos y de resistencia en un hospital público de la ciudad de Ica, Perú. Métodos: Se realizó un estudio de observación y retrospectivo que analizó las prescripciones sistémicas de antibióticos (J01) en adultos hospitalizados desde enero de 2022 hasta junio de 2024. El consumo se midió en la dosis diaria definida por cada 100 días de cama ocupados en los servicios de Urgencias, Medicina, Ginecología-Obstetricia y Cirugía. Los datos sobre aislamientos clínicos y sensibilidad a antibióticos se obtuvieron del Laboratorio de Microbiología. Resultados: El consumo de antibióticos fue del 25.95%, dominado por las cefalosporinas y los carbapenémicos (45.64%), seguidos por las quinolonas (17.52%) y los macrólidos/lincosamidas (15.28%). El uso de antibióticos Access fue del 36.29%. De las 13 280 muestras procesadas se aislaron 3186 cepas; predominaron las bacterias gramnegativas (82.86%), principalmente Escherichia coli, Pseudomonas aeruginosa, Klebsiella pneumoniae y Acinetobacter baumannii. Se observó una alta tasa de resistencia, particularmente en K. pneumoniae, E. coli y A. baumannii productoras de betalactamasas de espectro extendido. Conclusión: La tendencia creciente en el consumo de antibióticos y en la resistencia bacteriana pone de manifiesto la necesidad urgente de implementar programas de optimización para restringir los antibióticos de amplio espectro y promover los tratamientos guiados por las pruebas de sensibilidad.

Palabras clave
consumo de antibióticos, clasificación AWaRe, resistencia a los antimicrobianos, organismos multirresistentes, hospital público

Clasificación en siicsalud
Artículos originales> Expertos del Mundo>
página www.siicsalud.com/des/expertos.php/175657

Especialidades
Principal: EpidemiologíaInfectología
Relacionadas: Administración HospitalariaBioéticaBioquímicaFarmacologíaInmunologíaMedicina Interna

Enviar correspondencia a:
Josefa Bertha Pari Olarte, Universidad Nacional San Luis Gonzaga, Ica, Perú


Antibiotic use and the threat of microbial resistance

Abstract
Introduction: The inappropriate use of antibiotics drives the emergence of multidrug-resistant organisms, representing a major and growing challenge to public health systems worldwide. Compliance with World Health Organization (WHO) recommendations and the implementation of effective institutional policies are crucial steps to curbing antimicrobial resistance within hospital settings. Objective: To analyze trends in antibiotic consumption and bacterial resistance in a public hospital in Ica, Peru. Methods: A retrospective observational study was carried out, analyzing systemic antibiotic prescriptions (group J01) in hospitalized adult patients from January 2022 to June 2024. Antibiotic consumption was measured using defined daily doses per 100 occupied bed-days in the Departments of Emergency, Internal Medicine, Gynecology-Obstetrics, and Surgery. Data on clinical bacterial isolates and their antibiotic susceptibility profiles were obtained from the hospital's Microbiology Service. Results: Antibiotic consumption increased by 25.95%, with cephalosporins and carbapenems representing the highest share (45.64%), followed by quinolones (17.52%) and macrolides/lincosamides (15.28%). The use of OMS-designated "Access" antibiotics also rose by 36.29%. Of the 13 280 processed samples, 3 186 bacterial strains were isolated, predominantly Gram-negative (82.86%), mainly Escherichia coli, Pseudomonas aeruginosa, Klebsiella pneumoniae, and Acinetobacter baumannii. High resistance levels were detected, particularly in ESBL-producing K. pneumoniae, E. coli, and A. baumannii. Conclusion: The increasing trend in antibiotic consumption and bacterial resistance highlights the urgent need to implement robust antimicrobial stewardship programs and enforce susceptibility-based therapeutic approaches.


Key words
antibiotic consumption, AWaRe classification, antimicrobial resistance, multi-resistant organisms, public hospital


EL USO DE ANTIBIÓTICOS Y LA AMENAZA DE RESISTENCIA MICROBIANA

(especial para SIIC © Derechos reservados)
Artículo completo
Introducción

El descubrimiento de los antibióticos a principios del siglo XX marcó un antes y un después en la medicina, porque permitió el tratamiento eficaz de las infecciones bacterianas que antes resultaban letales. Este avance salvó millones de vidas y transformó la práctica clínica. No obstante, su efectividad se ha visto amenazada por la evolución bacteriana. Muchas especies han desarrollado mecanismos de resistencia frente a los antibióticos que antes eran eficaces, lo que ha llevado a la aparición de organismos multirresistentes (OMR) y ha generado un desafío creciente para los sistemas de salud en todo el mundo.1 El incremento de la resistencia a los antimicrobianos se debe, en gran medida, al uso excesivo e inadecuado de estos fármacos en los ámbitos humano, veterinario y agrícola. Esta situación ha creado la necesidad urgente de adoptar medidas de control más efectivas. La comprensión de los mecanismos de resistencia y la dinámica del uso de antimicrobianos es clave para establecer estrategias que aborden el problema de forma eficiente.2

En 2014, la OMS alertó sobre niveles críticos de resistencia a diversas clases de antibióticos en infecciones comunes, tanto en la comunidad como en los hospitales. Los patógenos como Klebsiella pneumoniae, Pseudomonas aeruginosa, Escherichia coli, Enterococcus faecium, Enterobacter spp y Staphylococcus aureus han mostrado un aumento significativo en su resistencia, limitando las opciones terapéuticas y empeorando los resultados clínicos. Cuando un antibiótico pierde su efectividad, el tratamiento se complica y la mortalidad asociada tiende a aumentar.3

En los hospitales, donde los pacientes son más vulnerables, la resistencia antimicrobiana agrava aún más el problema de las infecciones intrahospitalarias. Diversos estudios mostraron que las infecciones por OMR se asocian con estadías hospitalarias prolongadas y costos significativamente mayores. A pesar del aumento de la resistencia, el desarrollo de nuevos antibióticos ha disminuido desde la década del 90. Entre las causas se mencionan las barreras regulatorias, las complejidades técnicas y la baja rentabilidad, especialmente si se compara con los medicamentos que se indican en las enfermedades crónicas. Si esta tendencia persiste, podrían resurgir infecciones que antes se consideraban controladas. Por ello, es fundamental implementar programas de uso racional de antimicrobianos.3

Desde su descubrimiento, los antibióticos han sido fundamentales en el tratamiento de las infecciones bacterianas. Sin embargo, el uso indiscriminado y excesivo de estos fármacos ha propiciado la aparición de bacterias resistentes, reduciendo la eficacia de los tratamientos y aumentando la carga en el sistema de salud. En América Latina, la situación es particularmente preocupante debido a factores como la automedicación, la venta libre de antibióticos y la falta de regulaciones estrictas.4,5

En Perú, el estudio VIRAPERU, realizado entre 2017 y 2019 en 15 hospitales, reveló que el 59% de las cepas de bacterias gramnegativas aisladas de pacientes eran resistentes a las cefalosporinas de tercera generación y el 16.5%, a los carbapenémicos. Además, las investigaciones del Instituto Nacional de Salud han informado cepas de Shigella resistentes a múltiples antibióticos, incluidos aztreonam, ácido nalidíxico, ciprofloxacina, trimetoprima-sulfametoxazol, ampicilina y tetraciclina.

La producción científica peruana sobre resistencia a los antimicrobianos ha aumentado en los últimos años. Principalmente, ha surgido en Lima y se ha enfocado en bacterias de prioridad crítica según la OMS. La resistencia antimicrobiana también representa un desafío significativo en la región.
La Red Latinoamericana y del Caribe de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos (ReLAVRA+) ha destacado la importancia de fortalecer la colaboración y el intercambio de experiencias sobre vigilancia y respuesta a la resistencia antimicrobiana en la región.

En América Latina, las tasas de prescripción de antibióticos de amplio espectro, como los carbapenémicos y las cefalosporinas, son elevadas y existe una gran variabilidad en los patrones de uso entre las instituciones. Además, el consumo en unidades de cuidados intensivos supera al de otros servicios y algunos países han registrado tasas de mortalidad hospitalaria asociadas con cepas resistentes; particularmente, de Pseudomonas aeruginosa.

En Perú, más del 50% de las bacterias gramnegativas aisladas muestran resistencia, lo que llevó al Ministerio de Salud a emitir la norma técnica sanitaria 184-MINSA/Digemid-2022. Esta normativa promueve la implementación de programas de optimización de antimicrobianos (PROA) en hospitales mediante restricciones, auditorías y campañas educativas. El objetivo es reducir la resistencia, mejorar los resultados clínicos y fomentar el uso racional de los antimicrobianos.

Los estudios sobre el consumo de antibióticos y los perfiles de sensibilidad en Perú son escasos y presentan una variabilidad significativa entre hospitales. También se carece de evidencia sobre el impacto del uso de antibióticos de amplio espectro en la aparición de OMR. Por ello, esta investigación se propuso evaluar las tendencias de consumo de antimicrobianos, analizar la resistencia antimicrobiana y determinar la correlación entre ambos factores en el Hospital Regional de Ica, Perú, durante 30 meses. El análisis de los resultados permitió identificar patrones específicos que contribuirán a la resistencia y formular intervenciones basadas en la evidencia, como la formación continua del personal de la salud, la actualización de las guías terapéuticas y la mejora de las prácticas de prescripción.

Asimismo, este estudio pretendió contribuir con las iniciativas del Global Antimicrobial Resistance and Use Surveillance System (GLASS) al aportar datos locales relevantes. La vigilancia sistemática mediante el GLASS permite entender mejor los patrones de resistencia y evaluar la efectividad de las medidas implementadas en todo el mundo.

La resistencia a los antibióticos es un problema complejo que exige un enfoque integral. La colaboración institucional, la aplicación de PROA y la vigilancia continua son esenciales para contener esta amenaza. Además, la investigación y la educación sobre el uso adecuado de antimicrobianos son fundamentales para preservar la eficacia de los tratamientos actuales y garantizar la seguridad de los pacientes en el futuro.


Materiales y métodos
Diseño y población

Se llevó a cabo un estudio de observación, retrospectivo y de corte transversal con enfoque cuantitativo. El objetivo fue analizar las tendencias en el consumo de antibióticos de uso sistémico y los perfiles de resistencia bacteriana en el Hospital Regional de Ica (HRI), en los servicios de Urgencias y Cuidados Críticos, Cirugía, Ginecología-Obstetricia, Medicina y Pediatría.
Se incluyeron todas las dispensaciones de antibióticos sistémicos en pacientes adultos hospitalizados en los servicios mencionados, así como todas las muestras clínicas procesadas para pruebas de rutina de identificación de bacterias patógenas y determinación de la sensibilidad antimicrobiana registradas entre enero de 2022 y junio de 2024. Se excluyeron del análisis las muestras sin resultados de sensibilidad (antibiogramas) o con datos incompletos. No se aplicaron técnicas de imputación de datos faltantes. Para reducir posibles sesgos derivados de factores externos (como brotes epidémicos o variaciones estacionales), se acotó la evaluación a los servicios hospitalarios que mantuvieron una continuidad operativa y registros homogéneos durante todo el período analizado. La recolección de datos se realizó mediante análisis documental, que revisó informes del Sistema de Gestión Hospitalaria relacionados con el consumo de antibióticos sistémicos. La información se categorizó según la clasificación Anatomical Therapeutic Chemical (ATC) y el sistema AWaRe de la OMS, que distinguen el origen por cada unidad de hospitalización.

El consumo de antibióticos se cuantificó utilizando la métrica de dosis diaria definida (DDD), expresada como DDD por 100 días-cama, lo que permitió la comparación temporal intrahospitalaria y entre diferentes servicios, acorde con las recomendaciones internacionales de la OMS.6

Las fórmulas utilizadas fueron las siguientes:

Uso total (g) = Número de unidades dispensadas × dosis individual (g)

DDD total = Uso total (g) ÷ DDD estándar OMS

Días-cama ocupados = Número de camas × % de ocupación × número de días ÷ 100

DDD/100 días-cama = (DDD total ÷ días-cama ocupados) × 100

Se calcularon variaciones absolutas y porcentuales del consumo entre semestres, así como el cambio acumulado al finalizar el período de estudio. Los datos microbiológicos se extrajeron del sistema de registro del Laboratorio de Microbiología del HRI, incluidos los cultivos de secreciones, orina y sangre. Las pruebas de sensibilidad se realizaron mediante métodos manuales (difusión en disco) y automatizados. El sistema VITEK se utilizó para la identificación microbiana y la prueba de sensibilidad antimicrobiana automatizada.


Análisis estadístico

Los datos se procesaron con el software estadístico SPSS®, versión 24. Para analizar la variación en el consumo de antibióticos entre semestres y por categorías según la clasificación AWaRe de la OMS se aplicó un análisis de varianza (ANOVA) de medidas repetidas. Antes de interpretar los resultados se verificaron los supuestos fundamentales del modelo. Se evaluó la normalidad de los datos mediante la prueba de Shapiro-Wilk. La esfericidad se analizó con la prueba de Mauchly, que determina si las varianzas de las diferencias entre condiciones repetidas son homogéneas. En caso de que este supuesto no se cumpliera (p < 0.05), se aplicaron las correcciones de Greenhouse-Geisser o Huynh-Feldt para ajustar los grados de libertad y asegurar la validez de los valores p obtenidos.

Se evaluaron efectos en un mismo sujeto para detectar variaciones en el consumo a lo largo del tiempo (por semestre) y entre categorías AWaRe, y efectos entre sujetos para identificar diferencias promedio entre los distintos antibióticos. Asimismo, se realizaron contrastes de tendencia (lineal, cuadrático, cúbico y de orden superior) para analizar la evolución del consumo durante el período de estudio.

Los resultados se interpretaron con un nivel de significancia de alfa = 0.05. La significancia estadística de los efectos se determinó mediante los valores p derivados del ANOVA y los contrastes de tendencias. Para estimar la magnitud de los efectos observados, se utilizó el eta cuadrado parcial (eta² parcial), medida recomendada para el análisis de varianza con un tipo de diseño experimental, en el que los mismos participantes son expuestos a todas las condiciones o tratamientos del experimento. Además, se informaron las potencias estadísticas observadas de cada prueba (observed power) con el fin de respaldar la solidez inferencial de los hallazgos.

Dado el diseño de observación y retrospectivo del estudio, no se implementaron procedimientos de aleatorización. Sin embargo, se definieron criterios estrictos de inclusión y exclusión, y para minimizar la influencia de sesgos sistemáticos y factores externos no controlados (como brotes epidémicos, estacionalidad o cambios en protocolos clínicos), los análisis se limitaron a servicios hospitalarios con registros homogéneos.


Consideraciones éticas

El estudio fue aprobado por el Comité de Ética Institucional del HRI y por el Comité de Ética de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga. Se garantizó la confidencialidad de todos los datos clínicos y administrativos, que se utilizaron exclusivamente para fines académicos y científicos, en concordancia con los principios de la Declaración de Helsinki.


Resultados

Durante el período de estudio, el Servicio de Farmacia de la Unidad de Prestación de Servicios de Salud (UPSS) del HRI contó con 34 antibacterianos específicos de uso sistémico, disponibles sin restricciones, en presentaciones para administración oral o parenteral.

Según la ATC de la OMS, estos antibióticos se clasificaron en los siguientes grupos terapéuticos:
Penicilinas (J01C): se identificaron 10 antibióticos de esta clase, entre ellos, amoxicilina, ampicilina, bencilpenicilina sódica, benzatina, benzocaína, dicloxacilina y oxacilina, así como combinaciones con inhibidores de la betalactamasa.

Cefalosporinas y otros betalactámicos (J01D). Se incluyeron 8 antibióticos: cefalexina, cefazolina, cefuroxima, cefotaxima, ceftazidima, ceftriaxona, imipenem y meropenem.

Macrólidos y lincosamidas (J01F): se registraron 4 antibióticos, incluidos azitromicina, claritromicina, eritromicina y clindamicina.

Quinolonas (J01M). Se informaron 3 fármacos: ciprofloxacina, levofloxacina y moxifloxacina.

Aminoglucósidos (J01G): se incluyeron 2 antibióticos, amikacina y gentamicina.

Tetraciclinas (J01A): se documentó un único antibiótico, doxiciclina.

Anfenicoles (J01B): se identificó cloranfenicol.

Sulfonamidas y trimetoprima (J01E): se incluyó la combinación sulfametoxazol + trimetoprima.

Otros antibacterianos (J01X)- Se registraron 4 antibióticos: vancomicina (glucopéptido), colistina (polimixina), metronidazol (imidazol) y nitrofurantoína (nitrofurano).

En cuanto a la clasificación AWaRe de la OMS,7 que agrupa a los antibióticos en las categorías de “Acceso”, “Vigilancia” y “Reserva”, con base en su espectro de acción y potencial para generar resistencia, los medicamentos disponibles se distribuyeron de la siguiente manera:
Acceso (Access): se identificaron 20 antibióticos, entre ellos, las 10 penicilinas (excepto piperacilina + tazobactam), las cefalosporinas de primera y segunda generación (cefalexina, cefazolina, cefuroxima), los aminoglucósidos (amikacina, gentamicina), sulfametoxazol + trimetoprima, clindamicina, doxiciclina, cloranfenicol, metronidazol y nitrofurantoína. Estos fármacos se consideraron de primera o segunda elección y debieron estar ampliamente disponibles por su efectividad, bajo potencial de resistencia y costo asequible.

Vigilancia (Watch): se incluyeron 13 antibióticos con mayor potencial para inducir resistencia, como piperacilina + tazobactam, cefalosporinas de tercera generación (cefotaxima, ceftazidima, ceftriaxona), carbapenémicos (imipenem, meropenem), fluoroquinolonas (ciprofloxacina, levofloxacina, moxifloxacina) y antibióticos de los grupos macrólidos y glucopéptidos (azitromicina, claritromicina, eritromicina y vancomicina). Estos medicamentos se utilizaron como primera o segunda elección únicamente en indicaciones clínicas específicas y se recomendaron como prioridad para la vigilancia epidemiológica.

Reserva (Reserve): se registró un solo antibiótico en esta categoría: colistina. Este agente se clasificó como “última línea”, indicado únicamente en infecciones por bacterias multirresistentes cuando las alternativas terapéuticas convencionales habían fracasado. Su uso estuvo sujeto a una estrecha supervisión clínica y farmacológica, con el fin de preservar su eficacia a largo plazo.


Resistencia a los antimicrobianos

Los antibacterianos de administración sistémica están habilitados para su dispensación en los servicios de Urgencias, Cuidados Críticos, Cirugía, Ginecología-Obstetricia y Medicina del HRI, de acuerdo con la ATC establecida por la OMS. Según los datos recabados, los antibacterianos con mayor disponibilidad son 10 penicilinas (excepto piperacilina + tazobactam), lo que indica su papel central en la terapéutica institucional por su amplio espectro, eficacia y seguridad. Les siguen las cefalosporinas (5), utilizadas frecuentemente en infecciones intrahospitalarias y comunitarias. Los grupos macrólidos y las lincosamidas, junto con otros antibacterianos, cuentan con 4 registros cada uno, lo que denota su presencia activa como opciones terapéuticas complementarias. Las quinolonas (3) y los carbapenémicos (2) reflejan un uso más controlado, posiblemente por su papel en el tratamiento de las infecciones graves o resistentes. A su vez, los aminoglucósidos (2) se emplean principalmente en infecciones graves del tracto urinario y en combinación con otros antimicrobianos. Los grupos con menor disponibilidad son las tetraciclinas, los anfenicoles, las sulfonamidas y la trimetoprima, todos con un solo registro, lo que podría estar relacionado con limitaciones en su indicación clínica o por decisiones del Comité de Farmacoterapia (Figura 1).





Este panorama proporciona una visión clara del perfil de los antibióticos sistémicos disponibles en el HRI, útil para la gestión farmacoterapéutica institucional, el diseño de las guías clínicas internas y la implementación de estrategias de uso racional de antibióticos, fundamental en la lucha contra la resistencia antimicrobiana.

Esta clasificación agrupa a los antibióticos en tres categorías, Acceso, Vigilancia y Reserva, con el propósito de fomentar su uso racional y reducir el avance de la resistencia antimicrobiana. Los medicamentos del grupo Acceso, recomendados como primera elección en el tratamiento de las infecciones frecuentes y con menor riesgo de desarrollar resistencia, son los que tienen una mayor representación en todos los servicios evaluados. Se observa mayor disponibilidad en Medicina Interna (10), seguido de Cirugía (8), Urgencias y Cuidados Críticos (7) y Ginecología-Obstetricia (6), lo que sugiere un cumplimiento adecuado de las directrices terapéuticas internacionales. En cuanto al grupo Vigilancia, que incluye los antibióticos que requieren monitoreo debido a su mayor riesgo de inducir resistencia, su uso es mayor en Urgencias y Cuidados Críticos (6) y Medicina Interna (5). Los servicios de Cirugía y de Ginecología-Obstetricia presentan una menor cantidad, con 3 y 2 antibacterianos, respectivamente. Los antibióticos clasificados como Reserva, destinados a tratar infecciones causadas por bacterias multirresistentes y cuyo uso debe limitarse a casos excepcionales, muestran muy baja disponibilidad, solo con un antibacteriano registrado en Urgencias y Cuidados Críticos y ninguno en los demás servicios clínicos. Esta distribución muestra que el HRI sigue un enfoque racional en la administración de antibacterianos, prioriza los del grupo de Acceso y limita el uso de los del grupo de Reserva. Esta práctica es clave para preservar la eficacia de los tratamientos antimicrobianos a largo plazo y garantizar la seguridad del paciente (Figura 2).






Nivel organizativo para la recopilación y el análisis de los datos de consumo hospitalario

El Departamento de Medicina cuenta con el mayor número de camas asignadas (77), lo que refleja su rol central en la atención de enfermedades crónicas y agudas de alta prevalencia. Le siguen los servicios de Cirugía y Urgencias y Cuidados Críticos, con 70 y 68 camas, respectivamente, lo que señala una fuerte demanda en procedimientos quirúrgicos y atención de pacientes en estado crítico o de emergencia. El área de Pediatría dispone de 62 camas, que representan una cobertura significativa para la población infantil, mientras que el servicio de Ginecología-Obstetricia presenta la menor dotación, con 47 camas, posiblemente debido a la rotación más rápida de pacientes en procesos obstétricos y ginecológicos no complicados. Esta estructura refleja una distribución equilibrada, orientada a garantizar la atención hospitalaria de las principales áreas clínicas, permitiendo también un control más eficiente sobre el consumo de medicamentos, especialmente antibacterianos, en cada servicio. La información es clave para planificar la vigilancia farmacológica y diseñar estrategias de uso racional de antibióticos dentro del hospital.


Volumen de consumo hospitalario de antibióticos durante el período de estudio

De forma destacada, el grupo de las cefalosporinas representa el 45.6% del total del consumo, lo que muestra su vasta utilización clínica, posiblemente por su espectro amplio, buena tolerancia y disponibilidad. En segundo lugar, están las quinolonas, con un 17.5%, seguidas por los macrólidos y las lincosamidas con un 15.3%, lo que confirma la indicación frecuente de estos antibacterianos en infecciones respiratorias, gastrointestinales y otras infecciones comunitarias. El consumo de las penicilinas fue del 11.3%, mientras que el grupo de otros antibacterianos alcanzó el 5.4%, lo que reflejó su uso complementario o en situaciones clínicas específicas. Los carbapenémicos (3.5%) y los aminoglucósidos (2.4%) tienen una participación más limitada, al igual que las tetraciclinas (1.2%) y las sulfonamidas (1.1%). Cabe destacar que los anfenicoles no registraron consumo durante el período analizado, lo que podría relacionarse con restricciones por toxicidad o baja prescripción terapéutica (Tabla 1).





Este perfil de consumo indica una clara dependencia de los grupos de amplio espectro, como las cefalosporinas y las quinolonas, lo que representa un desafío para las estrategias de uso racional de antibióticos, ya que estos grupos se asocian con mayor riesgo de generar resistencia bacteriana. El monitoreo periódico de estos patrones es esencial para guiar las políticas de prescripción y optimizar el uso de antibacterianos en el hospital.



Densidad de consumo hospitalario de antibióticos durante el período de estudio

Los antibióticos más consumidos durante el período evaluado fueron las cefalosporinas de segunda generación, con un valor de 17.8 DDD/100 d-CO, seguidas muy de cerca por los macrólidos y las fluoroquinolonas, ambos con 17.5 DDD/100 d-CO (Figura 3). Este patrón sugiere una alta prescripción de estos grupos en enfermedades respiratorias, urinarias y gastrointestinales, lo que debe monitorearse cuidadosamente debido a su vinculación con la aparición de resistencia.





El grupo de los nitrofuranos (10.5) también muestra un consumo considerable, lo que reflejó un uso común en infecciones intraabdominales o ginecológicas. Las cefalosporinas de primera generación (6.7) y los inhibidores de las betalactamasas en combinación con penicilinas (4.2) también muestran una presencia relevante, al utilizarse mayoritariamente como terapia empírica en infecciones adquiridas en la comunidad. Otros grupos, como los carbapenémicos (3.5), los aminoglucósidos (2.3), las penicilinas resistentes a las betalactamasas (2.5) y las penicilinas sensibles (2.4), tienen consumos moderados. Por el contrario, en algunos antibióticos de reserva o uso limitado, como las polimixinas y los anfenicoles, no se registró consumo, mientras que otros, como los glucopéptidos (1.2), sulfonamida + trimetoprima (1.2) y tetraciclina (0.4), tienen un uso mínimo.
Este perfil muestra una tendencia marcada al uso de antibacterianos de amplio espectro y de vigilancia, lo que representa un riesgo potencial para la aparición de cepas resistentes. Por ello, se enfatiza en la necesidad de implementar estrategias institucionales de optimización antimicrobiana, vigilancia activa y actualización de protocolos clínicos, en concordancia con las políticas de contención de la resistencia bacteriana promovidas por la OMS.


Resistencia a los antimicrobianos

Bacterias prevalentes en los aislamientos de muestras clínicas

Cabe destacar que se identificaron ciertos mecanismos de resistencia en bacterias gramnegativas (Tabla 2), como la producción de betalactamasas de espectro extendido (BLEE) (31.63%) y carbapenemasas (1.06%). El 44.26% de las cepas de E. coli fueron productoras de BLEE, al igual que el 43.24% de las de K. pneumoniae. En Acinetobacter baumannii se detectaron cepas productoras de carbapenemasas (8.37%). En S. aureus se identificaron aislamientos resistentes a cefoxitina (8.45%), lo que sugiere resistencia a la meticilina. Además, se observó resistencia a clindamicina, aunque este hallazgo no representa un mecanismo específico, sino una resistencia fenotípica al antibiótico.





Este análisis permite evaluar la carga microbiológica y el comportamiento de la resistencia bacteriana, elemento clave en el diseño de estrategias de control y vigilancia de las infecciones intrahospitalarias. Se observa que E. coli tiene el mayor número de aislamientos (1412), con una elevada proporción de cepas resistentes (627), lo que la posiciona como el principal agente bacteriano de importancia clínica y epidemiológica. Le sigue K. pneumoniae, con 377 aislamientos y 165 cepas resistentes, lo que confirma su papel como patógeno crítico en infecciones intrahospitalarias, especialmente en pacientes hospitalizados o inmunocomprometidos. Otros patógenos, como P. aeruginosa (396 aislamientos/29 resistentes) y A. baumannii (215/28), también se destacan por su potencial multirresistente, aunque con menor volumen de aislamientos. E. cloacae, Enterococcus spp y S. hominis muestran cifras moderadas, tanto en aislamientos como en resistencia. Por el contrario, los microorganismos como S. aureus, S. hominis y Enterococcus sp tienen un bajo número de cepas resistentes respecto de su frecuencia de aislamiento, lo que podría indicar una menor presión selectiva o eficacia en las medidas de contención (Figura 4).




A. baumannii

El perfil de resistencia a los antimicrobianos de este importante patógeno observado en el HRI muestra en los datos una elevada resistencia global a la mayoría de los antibióticos evaluados. Se destacan los porcentajes especialmente altos de cepas resistentes frente a imipenem (72%), gentamicina (65%), piperacilina-tazobactam (42%) y ampicilina-sulbactam (18%), lo que limita considerablemente las opciones terapéuticas disponibles. La resistencia frente a otros antimicrobianos, como meropenem (40%), ceftazidima (51%), ciprofloxacina (44%) y levofloxacina (19%), también resulta preocupante. Asimismo, la sensibilidad bacteriana se mantiene baja en casi todos los fármacos evaluados. La tigeciclina y el meropenem presentan los valores de sensibilidad más elevados (24% y 12%, respectivamente), aunque aún insuficientes para considerarlos de elección segura sin pruebas previas de sensibilidad. El antibiótico con menor actividad frente a las cepas aisladas fue ampicilina, con apenas el 1% de sensibilidad.
Estos hallazgos muestran un perfil de resistencia crítica de A. baumannii, que compromete la eficacia de los tratamientos empíricos y obliga al uso de antimicrobianos de reserva o combinaciones terapéuticas con estrecha vigilancia microbiológica. La situación exige la implementación urgente de estrategias de control de infecciones, vigilancia epidemiológica continua y PROA para contener la propagación de estas cepas multirresistentes dentro del hospital.


E. coli

Para este patógeno se detecta alta sensibilidad a grupos como los aminoglucósidos (1435 cepas sensibles) y los carbapenémicos (1251), lo que confirma la efectividad de estos grupos frente a cepas hospitalarias de E. coli, especialmente en infecciones complicadas o resistentes a tratamientos convencionales. Los nitrofuranos (609 sensibles), las monobactamas (301) y las cefalosporinas de tercera generación (893) también muestran buena actividad antimicrobiana. Los niveles de resistencia más elevados se observan con cefalosporinas de tercera generación (1102 cepas resistentes), quinolonas (1029) y cefalosporinas de primera generación (681), lo que muestra un patrón preocupante de resistencia adquirida a antibióticos comúnmente utilizados como primera línea, particularmente en infecciones del tracto urinario y abdominal.
Frente a las sulfonamidas y las cefalosporinas de segunda generación, también se advierten cifras notables de resistencia en E. coli (277 y 351 cepas resistentes, respectivamente). En menor medida, se identifica resistencia a las tetraciclinas, los fosfonatos y las lactamas, aunque su uso clínico en infecciones por E. coli suele ser restringido o específico. En cuanto a las categorías intermedias, los valores son generalmente bajos en todos los grupos, lo que sugiere una tendencia más definida hacia la resistencia o la sensibilidad en los patrones terapéuticos observados. Este perfil reafirma la urgencia de reforzar el uso racional de antimicrobianos, priorizando tratamientos guiados por antibiogramas y minimizando la prescripción empírica de antibióticos con alta tasa de resistencia. La implementación sostenida de programas de vigilancia microbiológica y estrategias de control antimicrobiano (PROA) resulta esencial para mitigar la progresión de la resistencia bacteriana en el entorno hospitalario.


K. pneumoniae

Los resultados con este patógeno revelan un panorama mixto, con niveles elevados de resistencia frente a numerosos antimicrobianos, especialmente en el caso de ceftriaxona (159 cepas resistentes), ceftazidima (110), cefalotina (84) y ciprofloxacina (98). Estas cifras indican el uso prolongado y posiblemente inadecuado de estos fármacos en el entorno hospitalario. Los antibióticos con mayor porcentaje de sensibilidad fueron amikacina (161 cepas sensibles), impense (143), gentamicina (103) y meropenem (83), lo que sugiere que estos antibióticos, mayoritariamente de uso reservado o en esquemas terapéuticos de segunda línea, conservan su eficacia frente a muchas cepas de K. pneumoniae.

Esto posiciona a los carbapenémicos y los aminoglucósidos como alternativas terapéuticas críticas. Asimismo, algunos agentes como el ácido nalidíxico, la fosfomicina, la tigeciclina, la nitrofurantoína y la combinación de sulfametoxazol-trimetoprima muestran patrones de uso intermedio, con valores tanto de resistencia como de sensibilidad relativamente equilibrados, lo que amerita su uso guiado por antibiogramas específicos.
El número de cepas con perfil intermedio es bajo en comparación con los extremos de sensibilidad o resistencia, lo que sugiere patrones de resistencia consolidados y, por tanto, la reducción de las opciones terapéuticas seguras en el tratamiento empírico.

P. aeruginosa

Los datos muestran alta resistencia antimicrobiana en varios agentes terapéuticos, con valores particularmente altos para gentamicina (118 cepas resistentes), imipenem (106), ceftazidina (97), ciprofloxacina (92), cefepima (86), amikacina (84), cefradina (83) y meropenem (74). Estos hallazgos confirman la complejidad terapéutica asociada con el tratamiento de las infecciones por P. aeruginosa, especialmente cuando tiene mecanismos de multirresistencia. No obstante, se observan también se observan porcentajes significativos de cepas sensibles, en especial frente a imipenem (82), gentamicina (70), amikacina (62) y cefepima (62), lo que sugiere que, a pesar de la resistencia documentada, existen opciones terapéuticas válidas que deben confirmarse mediante antibiograma. El número de cepas intermedias es considerablemente menor en todos los casos, lo que refleja un patrón más definido de resistencia o sensibilidad. Algunos antibióticos, como sulfametoxazol + trimetoprima, tienen eficacia muy limitada, con solo 8 cepas sensibles y 66 resistentes, lo que los hace poco recomendables en el tratamiento empírico de estas infecciones.


Proteus mirabilis

De manera general, se observa un patrón preocupante de alta resistencia de este patógeno frente a diversos antibióticos comúnmente utilizados. Por ejemplo, existe un predominio de cepas resistentes a la ceftriaxona (17), al igual que a ciprofloxacina (18) y ceftazidima (12 casos de resistencia), lo que reduce las opciones de tratamiento empírico eficaz. Por el contrario, se advirtió sensibilidad moderada a algunos antibióticos, como amikacina (25 cepas sensibles), ertapenem (14) y meropenem (12), con una distribución más equilibrada entre las dos categorías (una sensible, una resistente), lo que indica una eficacia parcial. El resto de los antimicrobianos, como ampicilina, amoxicilina + ácido clavulánico y piperacilina + tazobactam, reflejan valores bajos de sensibilidad o incluso nulos, con presencia exclusiva de cepas resistentes e intermedias. El grupo de intermedios se mantiene bajo en todos los antimicrobianos, lo que sugiere que las cepas tienden a definirse claramente como sensibles o resistentes, que es clínicamente útil, pero también refleja una posible presión selectiva establecida.


S. aureus

Entre los resultados más relevantes referidos a este patógeno está la alta sensibilidad a sulfametoxazol + trimetiprima (30 cepas sensibles de 42 pruebas), lo que indica una baja prevalencia de cepas resistentes a la meticilina (MRSA). Asimismo, los antibióticos como vancomicina, linezolid, teicoplanina, gentamicina y clindamicina muestran elevada efectividad clínica, sin cepas resistentes detectadas y resultados intermedios mínimos. Por el contrario, se observa alta resistencia frente a oxacilina (23 cepas resistentes de 29 pruebas) y eritromicina (14 resistentes de 27 pruebas), lo que sugiere un uso frecuente que puede haber favorecido la selección de cepas resistentes. También se observa una resistencia considerable a la sulfametoxazol + trimetiprima (12 de 42 pruebas).
Los valores intermedios son poco representativos, lo que sugiere que las cepas suelen clasificarse de manera más definida entre sensibles o resistentes. Esto facilita la toma de decisiones terapéuticas. Cabe destacar que, frente a los antibióticos como nitrofurantoína, gentamicina, vancomicina, teicoplanina y linezolid, no hubo cepas resistentes, por lo que se consideran opciones efectivas para el tratamiento de las infecciones causadas por S. aureus en el contexto hospitalario. Este perfil de sensibilidad demuestra una respuesta favorable a los antimicrobianos de segunda línea y a los agentes reservados, al tiempo que alerta sobre la creciente resistencia a antibióticos de uso común, como ciprofloxacina y sulfametoxazol + trimetoprima.


S. epidermidis

Los resultados de las pruebas en este patógeno muestran un alto grado de sensibilidad a los antibióticos de uso especializado. La vancomicina (96.4%) y el linezolid (91.67%) mostraron la mayor efectividad, sin porcentajes significativos de resistencia, lo que ratifica su rol como terapias de elección en infecciones graves por cocos grampositivos resistentes. La resistencia a linezolid fue nula, mientras que la de la vancomicina fue marginal (1.44%).
Frente a tetraciclina y gentamicina también hubo niveles considerables de sensibilidad (77.86% y 36.36%, respectivamente), aunque en el caso de esta última se observó un porcentaje intermedio de resistencia (9.92%) que debe tenerse en cuenta en decisiones terapéuticas empíricas. La Figura 10 muestra que los antibióticos como la oxacilina (con solo 5.3% de sensibilidad) y la ciprofloxacina (24.56%) presentan altos niveles de resistencia (94.7% y 69.3%, respectivamente), lo que desaconseja su uso en tratamientos empíricos sin antibiograma.
Los antibióticos como la eritromicina, la clindamicina y sulfametoxazol + trimetoprima tienen un perfil mixto, con sensibilidades que varían entre el 6.92% y el 21.7%, pero con un componente elevado de resistencia, que supera el 75% en algunos casos.
En conjunto, frente a infecciones por S. epidermidis, estos hallazgos indican una clara preferencia terapéutica por antibióticos de reserva, como vancomicina y linezolid, debido a la elevada resistencia observada frente los fármacos de uso común.


Enterococcus sp
Se observaron altos niveles de resistencia de este patógeno frente a varios antibióticos de uso común: 63 cepas resistentes a la ampicilina de 84 pruebas realizadas y 19 resistentes a gentamicina de 41 pruebas, lo que refleja una efectividad limitada de estos fármacos en el contexto hospitalario. Asimismo, ciprofloxacina (con 51 resistentes de 78 pruebas) y levofloxacina (con 27 resistentes de 41 pruebas) mantienen una baja eficacia clínica frente a estas cepas. En cuanto a la sensibilidad, los valores más destacables se observan con linezolid, con 27 cepas sensibles y sin registros de resistencia, por lo que se posiciona como una de las opciones más seguras. La teicoplanina y la vancomicina también presentan buenos niveles de sensibilidad, solo con una cepa resistente informada en cada caso entre 79 y 55 pruebas, respectivamente.
Otros antibióticos, como tetraciclina y eritromicina, muestran perfiles poco favorables, con nula sensibilidad (0 cepas sensibles en ambos casos) y un número alto de cepas resistentes (35 y 24, respectivamente), lo que indica una pérdida casi total de eficacia. Los porcentajes intermedios son generalmente bajos, lo que confirma una tendencia definida en la respuesta bacteriana: las cepas son claramente resistentes o sensibles, sin zonas grises que compliquen la interpretación clínica. En conclusión, el tratamiento de infecciones por Enterococcus sp en el HRI debe guiarse cuidadosamente por antibiogramas, priorizando los antibióticos como linezolid, vancomicina y teicoplanina y evitando el uso empírico de agentes como ampicilina, ciprofloxacina y eritromicina.



Discusión

El perfil de consumo de antibióticos observado en el HRI se corresponde con una tendencia regional en América Latina, caracterizada por el predominio de antibióticos clasificados dentro del grupo de Acceso según la categorización AWaRe de la OMS, pero con una presencia creciente de fármacos del grupo de Vigilancia. En una publicación, Sulis et al.8 advierten que, aunque la estrategia mundial de contención de la resistencia antimicrobiana promueve el uso preferente de antibióticos del grupo de Acceso, los países latinoamericanos enfrentan dificultades estructurales para sostener esta recomendación. Ese estudio demuestra que el uso no regulado de antibióticos del grupo de Vigilancia se ha vuelto cada vez más común, lo que incrementa el riesgo de presión selectiva sobre microorganismos multirresistentes.

A nivel nacional, los hallazgos de Cazorla et al.9 sobre los hospitales del Ministerio de Salud del Perú complementaron este panorama, al demostrar que, si bien las penicilinas y las cefalosporinas de primera y segunda generación son ampliamente accesibles y utilizadas, también hay un uso elevado de cefalosporinas de tercera generación y de fluoroquinolonas —ambas pertenecientes al grupo de Vigilancia— sin justificación clínica documentada. Esta práctica, además de no alinearse con las guías clínicas, demuestró debilidades en los sistemas de farmacovigilancia hospitalaria, situación que se replica en el HRI. La ausencia de criterios microbiológicos en muchas prescripciones destaca la necesidad de fortalecer el soporte diagnóstico y la capacitación en la prescripción racional.

El estudio global de Klein et al.10 estableció que la proporción ideal de antibióticos del grupo de Acceso debería superar el 60% del total del consumo hospitalario. Sin embargo, en países de ingresos escasos y medios, como Perú, este umbral no se alcanza. Más preocupante aún es la aparición de antibióticos del grupo de Reserva —como colistina— en contextos que no justifican su uso, lo que representa una amenaza directa a la eficacia terapéutica a largo plazo. La comparación del estudio citado con los datos observados en el HRI revela que, aunque aún no se ha generalizado el uso de antibióticos del grupo de Reserva, sí existe una tendencia creciente a recurrir a antimicrobianos de alto espectro, como imipenem o levofloxacina, en ausencia de respaldo microbiológico.

En conjunto, los patrones de prescripción en el HRI reafirman los desafíos compartidos en América Latina: amplia disponibilidad de antibióticos, pero mal gestionada; uso empírico frecuente y sistemas de vigilancia aún en consolidación. Por ello, se hace imperante avanzar en la implementación de protocolos estandarizados, unidades funcionales de farmacoterapia y auditorías clínicas que permitan asegurar un uso racional y sustentable de los antibióticos hospitalarios.

El patrón de disponibilidad de antibióticos en el HRI refleja una organización terapéutica que prioriza los antimicrobianos clasificados en el grupo de Acceso de la clasificación AWaRe de la OMS, lo que es coherente con las recomendaciones internacionales para reducir la presión selectiva y preservar la eficacia terapéutica a largo plazo. Según Klein et al.,10 el grupo de Accesso debería representar al menos el 60% del consumo total, tanto en términos de disponibilidad como de prescripción activa. En el caso del HRI, el predominio de penicilinas (n = 9), como amoxicilina, ampicilina y dicloxacilina, cumple con este criterio y posiciona a estos antibióticos como el eje central en el tratamiento de las infecciones frecuentes adquiridas en la comunidad, lo que también han documentado Cazorla et al.9 en hospitales del Ministerio de Salud en Perú.

En el segundo nivel de disponibilidad están las cefalosporinas (n = 5), que abarcan desde la primera hasta la tercera generación. Aunque su versatilidad clínica las torna una herramienta valiosa, Sulis et al.8 advierten que su uso indiscriminado, sin respaldo microbiológico previo, en especial las de tercera generación, como ceftriaxona, contribuye de forma significativa al aumento de cepas multirresistentes. Esta advertencia se torna crítica para la realidad institucional, dado que la disponibilidad de cefalosporinas debe ir acompañada de políticas estrictas de vigilancia y control de prescripción, particularmente en contextos en los que los cultivos bacterianos no siempre son accesibles o aplicados de rutina.

La presencia intermedia de grupos como macrólidos, lincosamidas y otros antibacterianos específicos (n = 4), incluidos metronidazol y vancomicina, refleja una lógica de escalonamiento terapéutico que, según Klein et al.,10 debería alinearse con guías clínicas locales adaptadas al perfil epidemiológico institucional. Esta disponibilidad ofrece herramientas terapéuticas adicionales frente a infecciones de tejidos blandos o causadas por anaerobios. No obstante, la disponibilidad de antibióticos de la categoría Watch, como las quinolonas (n = 3) y los carbapenémicos (n = 2), debe interpretarse con cautela. Tal como advirtieron Sulis et al.,8 el uso de estos fármacos sin justificación diagnóstica pone en riesgo la sostenibilidad de su efectividad y puede generar una escalada en la resistencia hospitalaria. En ese sentido, el acceso controlado que se observa en el HRI puede considerarse una práctica institucional positiva, en línea con los principios de la OMS.

Finalmente, la baja disponibilidad de grupos como aminoglucósidos, tetraciclinas, anfenicoles y sulfonamidas podría deberse a razones clínicas y epidemiológicas, como la toxicidad asociada o una baja prevalencia de patógenos sensibles, lo que también han identificadoazorla et al.9 como tendencia nacional. Esta selección restringida permitió, según Klein et al.,10 focalizar los esfuerzos terapéuticos en fármacos eficaces y seguros, evitando la dispersión de inventarios farmacológicos innecesarios. En consecuencia, el perfil de disponibilidad de los antibióticos en el HRI representa un insumo fundamental para la gestión clínica y farmacológica institucional. Su análisis orienta la implementación de PROA, la elaboración de guías clínicas racionalizadas y el fortalecimiento del monitoreo de las resistencias, lo que coincide con las recomendaciones metodológicas de la OMS y las opiniones de los especialistas.8-10 Esta distribución prioritaria en áreas clínicas como Medicina Interna, Cirugía, Urgencias y Ginecología-Obstetricia muestra una orientación institucional favorable hacia la prescripción segura, eficaz y con menor impacto sobre la resistencia bacteriana.

Este panorama es coherente con lo informado en la investigación de Vásquez-Torres et al.,11 en la que más del 65% de los antibióticos disponibles en un hospital público de Lima pertenecían al grupo de Acceso; esto se consideró un indicador positivo de adhesión a las guías OMS-AWaRe. Según estos autores, esta prevalencia se traduce en mejores resultados clínicos, menor riesgo de eventos adversos relacionados con antimicrobianos y un mejor control de la aparición de resistencias.

El estudio de Gutiérrez et al.12 en hospitales colombianos ratificó esta tendencia regional, al demostrar que el 60.3% de los antibióticos consumidos correspondieron también al grupo de Acceso, concentrados especialmente en servicios generales. No obstante, los autores advirtieron que en las unidades de cuidados críticos se observa el aumento progresivo del uso de antibióticos del grupo de Vigilancia, posiblemente asociado con infecciones más complejas o con mayor riesgo de multirresistencia. Esta observación resulta pertinente para el contexto del HRI, donde la presencia controlada de quinolonas y carbapenémicos en áreas críticas sugiere una política institucional de acceso restringido, pero que exige vigilancia constante.

Con respecto al grupo de Reserva, la escasa disponibilidad identificada en el HRI —limitada a un solo fármaco en Urgencias y Cuidados Críticos— se condice con las directrices de la OMS y es coherente con lo señalado en el informe antes citado,12 en el que se subraya la importancia de restringir su uso a situaciones clínicas justificadas y con respaldo microbiológico. Esta política permite prolongar la efectividad terapéutica de los antibióticos de última línea y minimizar la aparición de cepas resistentes, difíciles de tratar.

En conjunto, los hallazgos en el HRI reflejaron un perfil adecuado de disponibilidad antibiótica, sustentado en la priorización del grupo de Acceso y el uso estratégico de antibióticos de mayor espectro. Sin embargo, y tal como recomiendan otros investigadores,11,12 resulta indispensable reforzar los sistemas de monitoreo institucional y promover la toma de decisiones basadas en evidencia microbiológica local a fin de consolidar una política sostenida de contención de la resistencia antimicrobiana.

El análisis de la Figura 3 reveló que la dotación de camas en el HRI guardó coherencia con la carga asistencial y el perfil terapéutico de cada servicio. El valor máximo correspondió al Departamento de Medicina (77 camas), lo que se relaciona con su rol central en la atención de enfermedades prevalentes y coincide con lo señalado por Gonçalves Pereira y col.,13 que sostienen que existe una correlación directa entre el número de camas en las áreas de Medicina Interna y Cuidados Críticos y el volumen de antibióticos prescritos, especialmente en pacientes con comorbilidades graves. Asimismo, la distribución significativa en Cirugía, Urgencias y Pediatría respondió a una demanda clínica que justificó el uso terapéutico y preventivo de antimicrobianos. Esta lógica estructural permite, como plantean Dyar y col.,14 diseñar estrategias de vigilancia diferenciadas por servicio clínico, favoreciendo la implementación efectiva de PROA al identificar áreas críticas y ajustar las guías terapéuticas según el contexto operativo del hospital.

El análisis del perfil del consumo antibacteriano en el HRI, medido en DDD, muestra una dependencia marcada a antibióticos de amplio espectro, especialmente cefalosporinas (45.6%) y quinolonas (17.5%). Esta tendencia, si bien permite una respuesta empírica rápida frente a infecciones comunes, también representa un riesgo significativo en términos de selección de cepas resistentes.

Según Costa y col.,15 las cefalosporinas —especialmente, las de tercera generación— figuran entre los antibióticos más consumidos en hospitales de Brasil, debido a su eficacia en infecciones respiratorias, urinarias y sepsis. Sin embargo, el uso excesivo de estos fármacos se ha asociado con el incremento en la incidencia de enterobacterias productoras de BLEE, lo que plantea un reto clínico importante.

De forma similar, Morales García y col.16 identificaron que las quinolonas constituyen el segundo grupo más utilizado en hospitales universitarios mexicanos, con una presencia importante en servicios quirúrgicos y de urgencias. Los autores advierten que su uso indiscriminado no solo incrementa el riesgo de resistencia cruzada, sino que también compromete la eficacia de otros grupos antimicrobianos.

En conjunto, estos hallazgos reflejan que persiste una tendencia institucional hacia la prescripción de fármacos de espectro extendido, aun cuando existen estrategias de optimización en el uso de antibacterianos. Por ello, se vuelve prioritario integrar el análisis de las DDD dentro de los indicadores de gestión clínica y fortalecer la adhesión a las guías de prescripción centradas en el grupo de Acceso, en concordancia con las recomendaciones de la OMS.

El análisis de la densidad de consumo antibiótico en el HRI, expresado en DDD por cada 100 d-CO, muestra un perfil dominado por la segunda generación, como cefalosporinas (45.60), macrólidos (15.30) y fluoroquinolonas (17.50). De esto se puede inferir un uso elevado de antibióticos de espectro medio y amplio, especialmente en infecciones respiratorias, urinarias y quirúrgicas, muchas veces en ausencia de confirmación microbiológica. En línea con estos datos, Vallejos Mendoza y col.17 documentaron una densidad media de consumo de cefalosporinas —principalmente, de segunda y tercera generación— 18.2 DDD/100 d-CO en hospitales públicos de Lima. En este informe se advierte que este uso empírico frecuente, sin cultivo previo, eleva la presión selectiva sobre la flora bacteriana y promueve la diseminación de cepas resistentes. A su vez, el consumo alto de macrólidos se vincula con su prescripción masiva durante y después de la pandemia, incluso sin respaldo clínico específico. Saleem y col.,18 a partir de un estudio realizado en 44 hospitales de Pakistán, señalaron que los antibióticos como la azitromicina se utilizaron ampliamente en tratamientos respiratorios en el contexto de la COVID-19, práctica que ha prolongado patrones de prescripción no racional, con impacto negativo en la vigilancia de resistencias.
El uso paralelo de fluoroquinolonas, también elevado (17.5 DDD/100 d-CO), se asoció con riesgo importante de resistencia cruzada, especialmente en gramnegativos. En este sentido, Yohannes y col.19 documentaron el aumento de cepas resistentes a ciprofloxacina en hospitales de Etiopía tras su uso indiscriminado en infecciones urinarias y del tracto respiratorio, lo que destacó la necesidad de limitar su prescripción a casos respaldados por antibiogramas. Todos estos datos demuestran que, pese a los esfuerzos institucionales, persiste una fuerte inclinación hacia el uso de antibióticos del grupo de Vigilancia, lo que incrementa la necesidad de implementar estrategias sostenidas de optimización del uso antimicrobiano (PROA), fortalecer el diagnóstico microbiológico oportuno y establecer auditorías clínicas periódicas para garantizar decisiones terapéuticas racionales.

El perfil de resistencia bacteriana en el HRI mostró una elevada proporción de cepas productoras de BLEE, particularmente en E. coli (44.26%) y K. pneumoniae (43.24%), lo que representa un desafío para el tratamiento empírico eficaz. Estos hallazgos coinciden con los de Delgado-Blas et al.20 en hospitales peruanos, que documentaron una prevalencia similar, atribuida al uso intensivo de cefalosporinas y fluoroquinolonas. Los autores citados recomiendan aplicar estrategias de desescalada y fortalecer las guías locales de antibióticos.

La detección de K. pneumoniae productora de carbapenemasa (8.37%) confirma su relevancia como patógeno multirresistente en unidades críticas. Al respecto, Navon Venezia y col. destacaron que este microorganismo, asociado con infecciones intrahospitalarias, como neumonías, sepsis y bacteriemias, requiere vigilancia epidemiológica activa y un control riguroso del entorno hospitalario debido a su capacidad de diseminación rápida y persistencia en ambientes clínicos.21 Este panorama muestra la necesidad de fortalecer los programas de vigilancia microbiológica, actualizar las guías terapéuticas en función de los datos locales y reforzar la capacitación del personal de la salud en el uso racional de antimicrobianos.

El análisis del perfil de resistencia de K. pneumoniae en el HRI revela un panorama terapéutico limitado, con niveles de resistencia del 74% frente a imipenem y del 68% frente a gentamicina, lo que confirma su clasificación como patógeno crítico según la OMS.7 Estos datos coinciden con los hallazgos de Rodríguez Baño y col.22 en hospitales europeos, que informaron tasas superiores al 60% de resistencia a carbapenémicos y sensibilidad menor del 25% frente a antimicrobianos de última línea, como tigeciclina y colistina, lo que restringe marcadamente las opciones terapéuticas. De forma similar, Hernández García y col.23 documentaron cifras similares en hospitales colombianos, lo que destaca la necesidad de terapias combinadas y la urgencia de incorporar pruebas fenotípicas rápidas para orientar el tratamiento. Ambos estudios respaldan la necesidad de fortalecer los PROA y ajustar los protocolos de tratamiento a los perfiles locales de resistencia.

El perfil de sensibilidad de E. coli en el HRI muestra una efectividad sostenida de aminoglucósidos y carbapenémicos, particularmente en infecciones complicadas o como terapia de rescate. Este comportamiento es coherente con lo documentado por Gutiérrez Gutiérrez y col.,24 que informaron alta eficacia de estos grupos antibióticos en hospitales de Europa y América Latina, y recomendaron su uso en casos de fracaso terapéutico o resistencia a esquemas de primera línea.

Por el contrario, la elevada resistencia frente a cefalosporinas de tercera generación y quinolonas representa una alerta crítica. Según Mendes y col.,25 este patrón se relaciona con el uso prolongado e intensivo de estos fármacos, que ha favorecido la diseminación de cepas productoras de BLEE, especialmente en infecciones urinarias. Este fenómeno ha llevado a reconsiderar la prescripción empírica de estos antibióticos y promover las decisiones basadas en antibiogramas.

K. pneumoniae es un patógeno clave en infecciones intrahospitalarias graves, con un perfil de resistencia preocupante en el HRI. Las altas tasas de resistencia frente a las cefalosporinas de tercera generación y las fluoroquinolonas, como cefotaxima y ciprofloxacina, indican una fuerte presencia de cepas productoras de BLEE. Este patrón concuerda con lo informado por Gales y col.,26 que documentaron que más del 50% de los aislamientos hospitalarios en América Latina presentan resistencia a estos antibióticos, producto de esquemas empíricos prolongados sin guías basadas en la sensibilidad local.

Por el contrario, los carbapenémicos, como ertapenem e imipenem, y los aminoglucósidos, como la amikacina, mantuvieron una eficacia clínica considerable y se reservaron para casos graves o multirresistentes. Bonomo y col.27 señalaron que, aunque los carbapenémicos aún son efectivos frente a K. pneumoniae, ya se detectan cepas con carbapenemasas (como KPC y OXA-48), por lo que resulta imprescindible la vigilancia activa y el uso racional.

El perfil de P. aeruginosa en el HRI confirmó su carácter multirresistente, con altas tasas de resistencia frente a gentamicina, cefepima, ciprofloxacina e imipenem, especialmente en unidades críticas. Este comportamiento coincide con los hallazgos de Karlowsky y col.,28 que informaron una resistencia a carbapenémicos superior al 30% en América Latina, vinculada con tratamientos empíricos prolongados y fracasos en el control de las infecciones.

Pese a este escenario, aún se observa sensibilidad significativa a amikacina e imipenem en parte de los aislamientos, lo que se alinea con lo descrito en otro informe29 que destaca que las terapias combinadas guiadas por antibiograma aún pueden ser eficaces si se aplican oportunamente.

El perfil de P. mirabilis en el HRI mostró una resistencia preocupante frente a antibióticos comúnmente empleados en infecciones urinarias complicadas, como ceftriaxona, ciprofloxacina y amoxicilina-clavulánico. Este hallazgo es coincidente con lo informado por Ballesteros Monroy y col.30 en los hospitales mexicanos, donde se observaron tasas de resistencia a cefalosporinas y fluoroquinolonas superiores al 50%, especialmente en pacientes con sondas o exposición a tratamientos empíricos prolongados.

Aunque persiste cierta sensibilidad frente a gentamicina y meropenem, Ocampo y col.31 advirtieron que estos fármacos deben usarse con cautela y únicamente tras la confirmación microbiológica, dado su potencial para inducir resistencias cruzadas.

El perfil de S. aureus en el HRI indicó una baja prevalencia de cepas MRSA, con alta sensibilidad a oxacilina, lo que da cuenta de un control efectivo de estas cepas en el entorno hospitalario. Este hallazgo coincide con lo señalado por Köck y col.,32 que informaron una reducción sostenida de MRSA en instituciones con programas de prevención y control bien estructurados. Asimismo, la sensibilidad total frente a antibióticos de segunda línea, como vancomicina, linezolid y teicoplanina, confirma la eficacia clínica actual de estos agentes. Howden et al.33 sostienen que estos antimicrobianos aún son herramientas terapéuticas fiables frente a S. aureus, siempre que se administren bajo vigilancia microbiológica activa y con criterios de uso racional.

El análisis del perfil de S. epidermidis en el HRI confirmó su rol como patógeno relevante en infecciones asociadas con dispositivos médicos. La elevada sensibilidad a vancomicina (96.4%) y linezolid (91.67%) coincide con hallazgos previos, en los que se destaca la eficacia de estos agentes frente a cepas multirresistentes en infecciones graves, como endocarditis o bacteriemias asociadas con catéteres.34

El uso de tetraciclina, con una sensibilidad moderada (77.86%), puede considerarse en esquemas terapéuticos combinados, según el informe de Otto,35 especialmente en infecciones subagudas en las que los glicopéptidos no están disponibles o son contraindicados. No obstante, la sensibilidad reducida a gentamicina (36.36%) y su componente de resistencia requieren precaución. Ruppé y col.36 sostienen que este patrón es común en entornos con alta presión antibiótica, donde los aminoglucósidos presentan efectividad variable según el sitio de infección.

Respecto de Enterococcus sp, el análisis efectuado en el HRI reveló, especialmente en el caso de E. faecium y E. faecalis, una pérdida significativa de sensibilidad frente a antibióticos de primera línea como la ampicilina, con 63/84 cepas resistentes. Este hallazgo coincide con lo informado por Kawalec y col.,37 que atribuyeron esta resistencia a mutaciones en la proteína PBP5, observadas en más del 70% de los aislamientos de E. faecium en entornos hospitalarios. Asimismo, la alta resistencia a fluoroquinolonas, como ciprofloxacina y levofloxacina, refuerza la tendencia mundial hacia la ineficacia de estos agentes en el tratamiento empírico de enterococos. Arias y Murray38 advirtieron que estas clases deben evitarse como primera elección, especialmente en contextos con antecedentes de multirresistencia y exposición prolongada a antibióticos.

Este panorama terapéutico reafirma la necesidad de la vigilancia microbiológica constante y de protocolos clínicos que prioricen el uso racional de antimicrobianos efectivos, como linezolid y vancomicina, dentro de los marcos del PROA y la prevención y el control de las infecciones en el ámbito hospitalario. Es preciso evitar el uso empírico de ampicilina, ciprofloxacina y eritromicina; en su lugar, se recomiendan los esquemas terapéuticos guiados por antibiograma, con énfasis en el uso de linezolid, vancomicina o teicoplanina para tratar las infecciones graves o en pacientes críticos.


Conclusiones

Los resultados revelaron patrones preocupantes de multirresistencia, particularmente en bacterias gramnegativas como E. coli, K. pneumoniae, P. aeruginosa y A. baumannii, así como en grampositivos como Enterococcus sp y S. epidermidis. Se observó una pérdida significativa de efectividad en antibióticos comúnmente utilizados, como cefalosporinas, fluoroquinolonas y aminopenicilinas, mientras que algunos antibióticos de reserva, como linezolid, vancomicina, teicoplanina y carbapenémicos, aún conservan cierta eficacia, aunque con señales claras de la reducción progresiva de la sensibilidad.

La alta prevalencia de cepas resistentes junto con la polarización entre sensibilidad y resistencia, sin casos intermedios marcados, refleja un patrón consolidado que limita seriamente las opciones terapéuticas empíricas y aumenta el riesgo de fracaso clínico y de prolongación de la estadía hospitalaria. Estos hallazgos ratifican la necesidad urgente de fortalecer las políticas de vigilancia microbiológica, optimizar el uso racional de antibióticos a través de programas institucionales (PROA) y fomentar la toma de decisiones clínicas basadas en datos locales de sensibilidad bacteriana.
El propósito central de este estudio fue contribuir al fortalecimiento de las estrategias de control de infecciones y del uso racional de antibióticos en el entorno hospitalario mediante un análisis riguroso y actualizado del comportamiento de la resistencia bacteriana en un hospital de referencia regional. Mediante la identificación de los perfiles microbiológicos predominantes, se busca:
- informar la prescripción clínica empírica y orientarla hacia tratamientos más eficaces y seguros, apoyar la implementación y el seguimiento de PROA y de control de infecciones;
- promover la vigilancia epidemiológica bacteriana local como herramienta de gestión para la prevención de brotes y la contención de cepas multirresistentes;
- fomentar la cultura hospitalaria de toma de decisiones clínicas basadas en evidencia mediante el uso de antibiogramas institucionales actualizados.

En síntesis, este trabajo se proyecta como un insumo técnico y estratégico clave para fortalecer la gestión clínica y epidemiológica en el ámbito hospitalario, orientado a la mejora continua de la calidad en la atención de la salud. Su finalidad es preservar la eficacia terapéutica de los antimicrobianos disponibles mediante la promoción de prácticas racionales de prescripción y vigilancia y contribuir a mitigar los riesgos sanitarios derivados de la resistencia bacteriana intrahospitalaria.
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