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Motivaciones científicas y prejuicios ideológicos trazan la senda del camino que generalmente traslada a los investigadores y sus trabajos hacia el hemisferio norte; allí solicitarán un espacio en instituciones o empresas que les permitan aplicar sus conocimientos o transmitir sus ensayos. Para los receptores, empresarios o asociaciones científicas, las ofertas provienen de profesionales distantes de los centros generadores de novedades científicas; la posición geográfica y el papel que la historia asigna a nuestras latitudes transforma a los emigrantes de aquí en .falsos portadores de una actividad que con exclusividad se atribuye el mundo cultural y científicamente .civilizado. Los que concretan un trabajo de investigación invierten tiempo y dinero para dar con el reconocido medio extranjero que acepte su publicación; pese a que sólo el 10% de los trabajos es editado, los autores siguen realizando los mismos esfuerzos para alcanzar una meta que desde el comienzo es casi inalcanzable; los pocos casos que llegan deben esperar alrededor de 22 meses. Si consideramos que un artículo es el resultado de largas investigaciones, y que la redacción de la experiencia lleva un tiempo que se sumará al de la investigación, el trabajo puede perder la novedad que al principio de las gestiones deseaba comunicar. Por lo tanto, las escasas posibilidades de tener eco en el exterior, así como el tiempo de espera, deteriorarán al grupo investigador, que además se arriesga a no difundir su labor.
Pese a la desfavorable acogida, los trabajos viajan más que sus protagonistas; de allí para acá, ocurre precisamente lo contrario. Para los anfitriones, claro está, es preferible recibir el acto en vez de a los actores; de esta manera, sin que les pidan visas, pasajes de vuelta, tarjetas de crédito ni miles de dólares ingresan alforjas cargadas de intenciones que, si hallan eco, echarán luz sobre problemas de la ciencia y, en ciertos casos, dineros sobre sus operadores.
Los medios iberoamericanos son expresiones de la ciencia local afectada por los descreídos científicos regionales que, en una buena proporción de casos, exportan sus informes en nombre de la mejor calidad de las publicaciones extranjeras; la actitud no debería acompañarse con el poco interés que demuestran los autores por utilizar o promover las publicaciones especializadas locales, casi siempre bien distribuidas entre colegas allegados, por razones geográficas y necesidades profesionales. Si la conducta es justificada por el carácter de primicia que exigen los editores extranjeros reconocidos, la condición arbitraria atenta contra preceptos básicos de la ciencia que, además de buscar medios serios de comunicación, debe procurar la divulgación de sus novedades sin condicionamientos ni censuras encubiertas. Los autores que aceptan el cerco restringen su campo de acción y limitan el alcance de sus ensayos.
Indudablemente, el volumen de la .producción científica original. de los países periféricos dista mucho del generado por los centrales; en cuanto a las calidades las diferencias se acortan, más aun si tenemos en cuenta la proporción de egresados, medios económicos y estructura oficial a privada interesados en el desarrollo de nuevos proyectos. Entre los buenos resultados también se debe tener en cuenta el que los egresados de aquí generan al desplazarse e invertir sus conocimientos allí.
Porque con los informes se va una buena porción del producto nacional-y no precisamente del .bruto.-al resguardarlos de la exportación indiscriminada se garantiza su difusión, independientemente de la opinión que merezcan los trabajos en el exterior.
Esta limitada ciencia regional bien podría conformar una Guía de Novedades de la Medicina Regional o Iberoamericana, para ser remitida a los médicos e instituciones de la Región. Las publicaciones periódicas que se editan en la zona pueden asignar espacios o secciones para concretar segmentos de la Guía; con persistencia y continuidad la propuesta será aprovechada por aquellos autores interesados en divulgar sus actividades, sin descuidar el valor del medio ni perder de vista que éste se transforme en el factor Iimitante de una calificada y oportuna promoción de la investigación. El Consejo de Dirección de la Sociedad Iberoamericana de Información Científica ha dispuesto abrir sus obras e invitar a los investigadores para que sintéticamente anticipen los trabajos que se remiten al extranjero. Se propone concretar una aduana voluntaria en la que se depositen las conclusiones científicas que, por decisión de ellos, viajan al exterior incierto y fatigoso.
Difícil resultaría, desde estas páginas, modificar el gusto de los investigadores; sí creemos posible llamar la atención sobre la necesidad de encontrar mecanismos que, sin censura ni demora, informen sobre la tarea ejecutada. Los ensayos pueden darse a conocer localmente, si no en su totalidad al menos en sus partes esenciales. Porque las soluciones intermedias son posibles, creemos que nuestra intención será positiva para la ciencia y productividad de la Región.