LA PREVENCIÓN, CONTROL Y ERRADICACIÓN DE LAS PARASITOSIS NO SON EFECTIVAS: ¿CAUSALIDAD O CASUALIDAD?

Primera edición virtual en: siicsalud 7 de Junio, 2021

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Sixto Raúl Costamagna, Universidad Nacional del Sur Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia Cátedra de Parasitología Clínica, San Juan 670, 8000, Bahia Blanca, Argentina, E-mail: rcosta@uns.edu.ar

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LA PREVENCIÓN, CONTROL Y ERRADICACIÓN DE LAS PARASITOSIS NO SON EFECTIVAS: ¿CAUSALIDAD O CASUALIDAD?


Es frecuente escuchar, en relación con las enfermedades parasitarias del hombre, frases como “son enfermedades silenciadas”, o bien “se trata de patologías silenciosas”, “en nuestra familia siempre tuvimos tal o cual parásito, es común entre nosotros”, o “mamá, los chicos del colegio se ríen de mí porque soy la única del curso que no tuvo piojos; ¿por qué yo no tengo?, ¿estoy enferma?”, también conceptos como “enfermedades reemergentes”, “resistencia a fármacos” y otros más como “falta de recursos humanos”, que harían la lista muy larga. Asimismo, los términos: eficacia, eficiencia y efectividad muchas veces son utilizados como sinónimos, sin considerar su verdadero significado, todo lo cual genera, al momento de buscar soluciones a la problemática de las enfermedades parasitarias, confusiones o conductas inadecuadas por falta de conocimiento.

Sobre la base de estos conceptos, nos preguntamos ¿por qué existiendo fármacos que son eficaces y eficientes, no son efectivos para controlar o erradicar determinadas parasitosis?
Utilizaremos, como modelos, tres parasitosis: pediculosis, giardiosis y toxocarosis. Para estas parasitosis existen fármacos y medidas de prevención y control con probada eficacia y eficiencia. No obstante, en la realidad, son poco efectivos. ¿Qué medidas podemos tomar para enfrentar esta realidad? Si comenzamos con la pediculosis, por ejemplo, retomando la costumbre de utilizar el peine fino que, además, permite dedicar algunos minutos para transmitir cariño al niño, sin que se produzcan efectos adversos ni tengamos que considerar reacciones de toxicidad. Debemos recordar que la pediculosis es una enfermedad parasitaria contagiosa, y que la inacción frente a ella pone en evidencia falta de solidaridad para con los demás y desinterés por nuestros hijos. La pediculosis, además de ser en sí misma una enfermedad con signos y síntomas propios y bien característicos, es puerta de entrada para bacterias, larvas de moscas, etc. Un niño con estos parásitos chupándole sangre del cuero cabelludo, tiene una mala calidad de vida; sumado a esto, su poder de concentración y atención en la escuela no es el ideal, situación que es directamente proporcional a la carga parasitaria presente. Tampoco debemos permitir que una buena prevención genere situaciones de discriminación como la comentada precedentemente: “mamá, los chicos del colegio se ríen de mí porque soy la única del curso que no tuvo piojos; ¿por qué yo no tengo?, ¿estoy enferma?” Evidentemente, comentarios como éste parecieran sugerir que lo “normal” es estar enfermo. Para esta parasitosis existen una gran cantidad de pediculicidas eficaces y eficientes, pero que, por cuestiones que poco tienen que ver con la biología del parásito, no son efectivos. La utilización frecuente del peine fino, es una alternativa de bajo costo que, insisto, nos permite ejercitar el amor de padres a hijos y la solidaridad, ya que si en una comunidad alguien tiene pediculosis, seguramente otros más la tienen o la tendrán. Por esta razón se debe trabajar comunitariamente y con un gran sentido de la solidaridad para, entre todos, eliminar el molesto artrópodo de nuestras cabezas. Una comunidad sin piojos es, seguramente, una sociedad adulta, organizada y solidaria1.

Pasemos de un artrópodo a un protozoo: Giardia lamblia, agente productor, a nivel de intestino delgado, de la giardiosis. A este parásito le cabe el título, a nivel mundial, de “parásito de las Guarderías o Jardines Maternales”, por la simple razón de su alta prevalencia en niños en edad escolar y preescolar y por el hecho epidemiológico de la frecuente autoinfestación siguiendo el ciclo “ano-mano-boca” y el contagio, de persona a persona, no sólo por este mecanismo sino por la manipulación inadecuada de pañales, mala eliminación de excretas, deficiencia en la limpieza de baños, etc.2 Considero de fundamental importancia la capacitación, gratuita, de las personas que trabajan cuidando niños (padres, responsables de guarderías y jardines, maestros, etc.) con el objeto de que adquieran el conocimiento de las llamadas “normas de bioseguridad” 3 que les permita la competencia necesaria para evitar el contagio, impidiendo que se cierre el ciclo biológico de G. lamblia. No hace falta dictar cursos, muchas veces caros y prolongados en el tiempo, sino explicar dos o tres aspectos básicos a tener en cuenta, como por ejemplo, lavarse las manos luego de higienizar a un niño, antes de comer, limpiar el baño con lavandina adecuadamente diluida, ya que es frecuente observar que se la utiliza pura, con lo cual no es efectiva. Para estos casos, en los que seguramente hay mucho amor brindado por el personal que cuida a los niños, además, es necesario un “conocimiento” básico de las normas de bioseguridad, ya que no sólo impedirán que se cierre el ciclo biológico de parásitos intestinales de evolución directa, sino que resguardarán su propia salud y la de los niños que cuidan.

Para el caso de toxocarosis, si bien Toxocara canis y T. catis son parásitos de perros y gatos respectivamente, en forma accidental pueden infestar al hombre donde, si bien generalmente cursan en forma asintomática, con eosinofilia y serología positiva, tiene dos presentaciones clínicas importantes como la larva migrans visceral (LMV) y la larva migrans ocular (LMO), con daño mecánico debido a la presencia de esta larva de aproximadamente 0.4 mm e inflamación con respuesta inmunológica específica por sensibilizaciones previas. La LMV se presenta con frecuencia en niños de edad escolar, en los que la larva invade hígado, corazón, pulmón, cerebro y músculo, y provoca fiebre, tos, anorexia, pérdida de peso, sarpullido, hepatoesplenomegalia, acompañados por eosinofilia significativa. La LMO produce retinoblastoma que puede resultar en enucleación por cirugía.4 Esta parasitosis, en el hombre, está en relación directa con el grado de irresponsabilidad ciudadana en una población debido al hecho de que las mascotas, infestadas con el parásito, defecan en las veredas, sin que el dueño levante los excrementos, y en estas heces es donde se encuentra la larva que luego producirá, en el hombre, la LMV y la LMO, con las irreversibles consecuencias señaladas.

Finalmente, desde las Universidades, tenemos una gran actividad para desarrollar lo que llamo “Responsabilidad Social de las Universidades” generando no solo saberes e investigando para el avance de la Ciencia y la Tecnología, sino también para entregar a la Sociedad un Profesional con conocimientos, pero fundamentalmente competente para abordar la problemática diaria desde un punto de vista integral.
El hecho de que las parasitosis sean enfermedades “silenciosas” o “silenciadas” agrava la situación, ya que, de curso generalmente crónico, cuando “aparece la enfermedad”, generalmente el daño ya está hecho y es irreversible. Y son “silenciadas”, ya que detrás de casi todas las enfermedades parasitarias no sólo subyacen la falta de amor y de solidaridad y la irresponsabilidad ciudadana, sino que son enfermedades asociadas con la pobreza, ya que aparecen generalmente en donde faltan cloacas, agua potable, viviendas dignas y, salvo que los gobiernos del mundo tengan gran sentido de la responsabilidad y sean competentes en el área de la Salud Pública y con sensibilidad social, va a ser muy difícil disminuir su prevalencia. La industria farmacéutica, salvo honrosas excepciones, poco hace para incentivar estudios sobre nuevos fármacos para eliminar los parásitos, puesto que los potenciales compradores son personas de escasos recursos. Como ejemplos de ello mencionemos la enfermedad de Chagas-Mazza, el paludismo y la schistosomosis, entre otras.

En cuanto a la falta de recursos humanos especializados, corresponde a las Universidades tomar cartas en el asunto y comenzar a incentivar lo que yo llamo “Especialistas en las enfermedades de la Pobreza”. El Dr. Ramón Carrillo, uno de los mejores sanitaristas que tuvo la Argentina, decía que “los microorganismos, frente a la pobreza, el hambre y la perversidad del poder, como agentes productores de enfermedades, eran unas pobres causas5; parafraseando al Ministro Carrillo, podemos entonces finalizar diciendo que “los parásitos, frente a la pobreza, el hambre, la falta de viviendas dignas, cloacas y atención preferencial por parte de quienes gobiernan en el mundo, o de quienes algo tienen que ver con la generación del conocimiento y las competencias profesionales, como agentes productores de enfermedad, son unas pobres causas”.
Este breve texto tuvo por objetivo generar algunas pocas reflexiones alrededor de la problemática de las enfermedades parasitarias, con la esperanza de que, en breve, la comunidad de profesionales y no profesionales interesados en la Parasitología se integre a la Asociación Parasitológica Argentina 6, entidad científica, sin fines de lucro, conformada por una gran diversidad de profesionales que aportan su conocimiento científico, desde un punto de vista biopsicosociocultural, a la problemática parasitológica.

(especial para SIIC Derechos reservados)
Referencias bibliográficas del artículo
1. www.lasparasitosis.com.ar (Fecha de acceso: 12 de abril de 2011).
2. Acha P, Szyfres B. Zoonosis y enfermedades transmisibles comunes al hombre y a los animales. Publicación científica de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) Nº 580, Volumen III, pág.413, tercera edición, 2003.
3. Ambrosio A, Riera L, Calderón G, Micucci H. Procedimientos de seguridad en el manejo de material biológico. Acta Bioquímica Clínica Latinoamericana, Suplemento 1, 2001.
4. Botero D, Restrepo M. Parasitosis Humanas, Editorial CIB, Colombia, 1988.
5. Ordóñez M. Ramón Carrillo, el gran sanitarista argentino. Electroneurobiología 12(2): 144-147, 2004.
6. www.apargentina.org.ar (Fecha de acceso: 12 de abril de 2011).

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